Número 37
44 Así de esa insurrección de estudian - tes, brota el movimiento más autén - tico y en el que cuajan mejor que en ninguno las aspiraciones de la nueva América: el ‘Apra? (Alianza Popu - lar Revolucionaria Americana) fun - dada por Haya de la Torre en Méxi - co, el 7 de mayo de 1924. (Sánchez, 1973. 115) El enlace entre el movimiento de la re- forma universitaria y el emprendimiento indoamericano de esta agrupación popu- lista fundada en 1926 (Melgar, 2005) 5 , tuvo parecidas réplicas en diversos países lati- noamericanos. Desde otro ángulo podemos afirmar que la otredad novecentista, en tanto que blanco ideológico y político, narró la iden- tidad colectiva reformista y/o revolucio- naria. Exploremos en palabras de Sánchez otra de las expresiones ideológicas de los pretendidos y controversiales discípulos de Rodó, contrastada frente a la postura de la nueva promoción intelectual de la que formaba parte: Los arielistas adorarán el paname - ricanismo decorativo, bajo la égida de Yanquilandia; los nuevos orien - tadores constituirán ligas de “Unión latinoamericana” o Indoamericana. Aquéllos manifestaron vagos impul - sos; éstos desembocan en fórmulas más realistas. (Sánchez, 1973: 114) Hemos de resaltar el hecho ideológico que hace al autor deslindarse del concepto orteguiano de generación. Percibió que tal uso, escamoteaba la heterogeneidad ideo- lógica y política del sujeto social, así como la diferenciación social y el tejido de con- tradicciones que le correspondía. Sánchez optó por delinear dos conjun- tos de intelectuales contrapuestos por algo más que sus franjas de edad, en la medida en que consideraba ciertos condicionan- tes sociales, económicos e ideológicos, que prefirió denominar «promociones» o «sectores». En dirección convergente 5 La mitología fundacional del Apra en México a la que alude Sánchez como real no nos puede distraer en este apartado, sugerimos consultar nuestro texto de 2005. creemos oportuno citar al historiador Pa- blo Macera para quién el concepto de ge- neración intelectual no puede disociarse del de pertenencia de clase social, opera- ción sociológica que rompe con el sentido unitario y biologicista. Macera nos aclara que la generación: ...no está constituida en este contex - to por la totalidad de miembros de una clase sino únicamente por aque - llos que dentro de ella desempeñan el papel de intelectuales orgánicos o funcionarios ideológicos suyos o que al menos se preparan para serlo. (Macera, 1977: XVI) Sánchez no compartía la tesis muy en boga de Ortega y Gasset acerca de la gene - ración, y no tanto por los tintes biologicistas con que la había conceptuado el filósofo es - pañol 6 , sino por fundadas razones de corte sociológico e histórico. El filósofo español había sostenido que la generación «angos- ta» estaba marcada por la heterogeneidad y la dispersión, dos síntomas presuntamente negativos [Ortega, 1965]. Sin embargo, esta forma devaluada de generación en el pensa- miento orteguiano, parecía acercarse más a las expresiones concretas e históricas. Quede claro que la lectura de Sánchez iba en dirección antiorteguiana, sabía que José Ingenieros y José Enrique Rodó por ejemplo, «nacidos en una misma época», no podían ser metidos en el mismo saco, en el mismo bando. El ensayista peruano consideraba que: ...es indispensable corregir el vicio del lenguaje que importa el término «generación». Podríamos hablar de «promocione«, mas no de «genera - ciones». Cada grupo de hombres en - marcados por la cronología de una generación no tiene iguales propó- sitos. [Sánchez, 1973:13] Sánchez subrayó como criterio rele- vante para medir la cohesión de la pro- moción, el haber pasado por significativas experiencias. Estas vivencias convergen- 6 «Los miembros de ella vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos, que les prestan una fisonomía común, dife - renciándolos de la generación anterior.» (Ortega, 1988: 16)
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