Número 35
26 El estigma colonial Por otra parte, nuestra generación hacía hincapié en el hecho de que la antropo- logía, como disciplina, había nacido con el pecado original de una intensa relación de los antropólogos con la expansión co- lonial, principalmente de las metrópo- lis europeas y Estados Unidos, y con los procesos de formación de Estados nacio - nales que tienen lugar con el capitalismo, que son igualmente violentos y etnocidas. Recordemos la lapidaria frase de la antro- póloga Kathleen Gough: « La antropología moderna, como disciplina universitaria, es una hija del imperialismo capitalista oc- cidental» . .4 En 1972 se publicaría un libro clásico sobre el tema escrito por Gerard Leclercq: Antropologie et colonialisme .5 , en el cual se escudriña en torno a las re- laciones peligrosas de los antropólogos con los afanes colonialistas de sus respectivos países metropolitanos. Hacía finales de la década, el 10 de oc - tubre de 1969, el llamado “grupo de los viernes”, conformado por estudiantes de 4 Kathleen Gough: «World revolution and the science of man», The Dissenting Academy, ob. cit., 5 Gerard Leclercq: Antropologie et colonialisme, Librairie Ar- theme Fayard, París, 1972. los años avanzados de la Licenciatura, presentó sus comentarios al artículo “En torno a la nueva tendencia ideológica de antropólogos e indigenistas”, de Alfonso Villa Rojas, Publicado por América Indí- gena (XXIX-3, julio de 1969), en una mesa redonda organizada por el Seminario de Estudios Antropológicos. Este documen - to, titulado “Acerca de la antropología mi - litante” inicia su argumentación con una declaración de identidad del propio grupo: “Nosotros nos contamos entre los antropólogos de la “nueva ola” (como usted los califica), que afir - man que el antropólogo debe estar comprometido. Y estamos entera- mente de acuerdo con la posición que usted cita, desaprobando, del peruano Stefano Varese, en el senti - do de que la responsabilidad del an - tropólogo “se define en relación a la condición de la sociedad en que vive y actúa…La tarea antropológica no puede limitarse exclusivamente a la denuncia ex cátedra, sino debe abor - dar también el campo de la acción.” El documento del “grupo de los viernes” va respondiendo a los argumentos de Villa Rojas, quien sostenía que “la lealtad fun - damental del científico social ha de estar, por sobre todo, en el sentido de ceñirse a sus principios metodológicos, así como de apegarse a su verdad a pesar de las presio- nes que encuentre en su camino…Lo malo está –continua Villa Rojas--, en entremez - clar la arenga política con los postulados de la ciencia o de confundir los ideales con los medios para obtenerlos. Son dos cosas distintas, y cada quien es libre de escoger la línea de acción que mejor se ajuste a su voluntad y temperamento.” (Alfonso Villa Roras, Ibíd.) Ante estos razonamientos, los parti- darios de la antropología militante res - ponden: “Esta posición, presentada por us - ted como algo claro y evidente por Leslie White
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