Número 35
21 el 30% aproximadamente destina sus labo- res a tareas del campo. Curiosamente, el INEGI justifica a partir de cinco razones el trabajo de los niños: 1) pagar la escuela; 2) el hogar necesita de su trabajo; 3) aprender un oficio; 4) el hogar necesita de su apor - tación económica; 5) no quiere ir a la es - cuela. Sin embargo, el INEGI nunca men - ciona dato social ni estadístico respecto a que el trabajo infantil tiene sus raíces en la pobreza, en la falta de protección social y de oportunidades de empleo para la gente adulta, y por la incapacidad de crear políti - cas nacionales reales de interés público en lugar de simulaciones. Tal vez el trabajo del corte de caña en todas sus dimensiones como expresión de desigualdad, pobreza y marginación, ya no sea un tema de relevancia que impacte ni social ni políticamente. Pero ello no es algo ocasional, se debe a los patrones estruc- turales de la colonialidad, mismos que se incrustaron y naturalizaron hasta llegar a este momento en que el carácter esclavista en torno a la producción cañera ya no es un tema ni problema que asombre. De esta manera las historias que se entretejen en torno a este mundo, quizás son un principio para preguntarnos y tra- tar de entender, cómo es que una parte de la población puede sobrevivir antes estas condiciones, y cómo es que los patrones de exclusión siguen incidiendo en el trabajo de los cortadores de caña. El cortador de caña, aunque funcione como otra pieza más del engranaje del ca- pitalismo, también es un actor social que aspira a tener su pedazo de tierra, quizás para ya no regresar a este tipo trabajo, un actor que aunque no ha generado abier- tamente una organización colectiva que cuestione las condiciones de explotación y marginación que sufre, mantiene una lu- cha interna, preguntándose cada vez que termina su jornada laboral, porqué su tra- bajo es el que vale menos. Y aunque en este escrito y en estas imágenes que retratan pedazos de una Yo casi no conozco lugares, sólo los campos de corte, las galeras y a veces vamos a comprar al mercado. Sé que soy del Estado de México, pero dicen mis papás que me trajeron muy chiquito. Nunca he ido al pueblo donde nací, pero sí me gustaría ir, a lo mejor allá también podemos cortar. Foto de Berenice Rodríguez
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