Número 35
19 Esta situación ya ha sido analizada y diversos autores, como Luisa Paré (1987) e Irma Juárez (1987) quienes coinciden en señalar que el trabajo que ejercen los cortadores de caña es una actividad que ejemplifica la continuación en el desarro - llo desigual del sistema agrícola mexica - no. Este sistema es una expresión misma del capitalismo, que se caracteriza por la demanda excesiva de trabajo en ciertas épocas del año para de esta manera ase- gurar el bajo costo. Al bajar del camión, el “cabo” empieza a asignar las áreas de terreno que trabaja- rá cada uno de los cortadores y cortadoras. El “cabo” es un empleado del ingenio, que se encarga de asignar los sitios de corte. Su posición le permite supervisar y vigilar a los demás, y el tiempo le ha enseñado que los “cabos”, son los mediadores entre quie- nes pesan la caña y quienes la cortan. Por lo tanto, su trabajo aunque sea menor en tér- minos de esfuerzo físico, estará asegurado por el simple hecho de ser el “cabo”. Ellos como en otros sistemas, donde se producen arreglos, han aprendido a negociar el tra- bajo de los demás, asegurando el suyo y el de otros. Con lima en mano, se afila el mache - te para iniciar la labor más pesada de la agroindustria azucarera, y la peor pagada. De la destreza y la habilidad para manejar el machete y abrazar la caña dependerá el pago de cada uno de los cortadores. La ex- periencia de unos, que desde niños apren- dieron a cortar caña, facilita más el trabajo, sin embargo hay otros que apenas empie- zan en esta tarea y tendrán que lidiar con la pesadez del calor, las “estillas mielosas” 3 , y la fatiga de diez horas de corte. Anastasio, un cortador de treinta ocho años de edad, aprendió bien de su padre el arte de cortar caña. La rapidez y destreza con que maneja el machete hacen que de un sólo golpe corte cuatro cañas. Con unifor- me improvisado para evitar que el sol que- me más, se mueve hábilmente entre los ca- ñaverales. Sus manos son ásperas y fuertes; ya se han acostumbrado al filo del machete. El corte de caña es uno de los traba - jos agrícolas más duros. Al ser trabajo a destajo implica una presión y un desgaste físico enorme. Cada día el cortador puede llegar a cortar hasta una tonelada y media, lo que implica diez o doce horas en el cam- po, ganando con ello entre treinta y cinco y treinta y ocho pesos por día, ya que cada tonelada de caña cortada se paga entre veinticinco y veintiocho pesos. Es decir, el día sábado que es el día de raya, el cor - tador recibe por siete días de trabajo entre 3 Las “estillas mielosas” son las astillas que desprende la caña y refieren los cortadores hacen el trabajo más difícil por - que se les entierra en las manos, o se les mete en los ojos. Así es nuestra vida, a mí me enseñaron a cortar, yo también tengo que enseñarle a mi hijo. Hemos aprendido a vivir así. Para nosotros la caña es parte de nuestra vida. Foto de Berenice Rodríguez
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