Número 35

17 S on las cinco cuarenta de la mañana, se escucha el ruido de un motor que se ahoga mientras avanza, es un camión viejo y grande que intenta esta- cionarse. Ha llegado a las galeras de Atla- choloaya. Hombres jóvenes y mayores, al- gunos con gorra, otros con sombrero, unos con huaraches y otros pocos con tenis; mujeres y niños se concentran afuera de la reja caída que pr otege la galera en donde viven. Con garrafas en mano y morrales al hombro, donde guardan comida, el mache- te y su afilador, se alistan para subir al ve - hículo que los llevará al campo. Alrededor de unos ochenta empiezan a subir a la caja del camión. No hay voces, sólo silencio y el estrujar que causan las pisadas en la ma- C ortando caña La historia detrás del azúcar Berenice Rodríguez dera vieja que cubre el piso. El camión se ha llenado; unos cuantos se sientan, otros van de pie agarrados de las cadenas que penden de la plataforma cuidando de no caerse cuando el camión se estremezca. En el camino sólo se ven unos a otros; no hay pláticas, no hay risas, algunos se abrazan así mismos por el frío que provoca el aire, otros simplemente ven lo que queda a los lejos. Después de veinte minutos han lle - gado a su destino. Son los cortadores y cor- tadoras de caña que regresan una vez más para continuar con su trabajo que desde hace ocho días comenzó. En esta ocasión, la caña del campo “El Bolón” ubicado en el ejido de Xochitepec, justo frente al nuevo Tecnológico de Monterrey, los espera. Un Foto de Berenice Rodríguez

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