Número 35
15 jos de las redes sociales locales e inter- nacionales. Sostengo que en este mundo global, hay que mirar los procesos socia- les de otra manera. Los jóvenes mexicanos luchan por el respeto a la vida, por el derecho a la transparencia gubernamental, contra la simulación de la procuración de justicia y la impunidad. Los jóvenes peruanos, lu- chan por su horizonte de vida vinculado al trabajo y al proyecto de nación, los jó- venes chinos, bregan a favor de un orden político democrático, libre de corruptelas e inequidad social. Mi juvenilismo ya no es compartido por la mayoría de mis colegas universita - rios que no desean contaminarse de rea- lidad, es decir, de reflexión crítica y me - nos de ejercicio solidario. No desean ser afectados en sus bien ganadas posiciones gracias a su inconfesable adicción a la “productividad” académica. Debo precisar que nuestras raíces ideológicas juvenilistas abrevaron en las experiencias de vida de nuestra generación, aquella que en 1968 formaba parte de la juventud universitaria y que dio probadas muestras de una justa y razonada voluntad de querer cambiar los viejos órdenes sociales, culturales y políti - cos. Nuestros movimientos generacionales fueron estigmatizados por la maquinaria de la guerra fría y reprimidos. En ese en - tonces, tanto en la ciudad de México como en la de París se dibujaba la cresta de esa oleada de protestas y movilizaciones juve- niles en casi todo el mundo. Aclaro que la oleada internacional de los movimientos juveniles sesentaioche- ros no fue la primera del siglo XX. Du - rante el ciclo de movilizaciones estudian- tiles librado en América Latina durante los años de 1918 y 1930, se logró renovar
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