Número 31

33 resto de su vida en México, donde cono- ce y se casa con la mexicana Esther Kuri. Por un amigo sabe de la Escuela Nacio- nal de Antropología e Historia, donde se inscribe y estudia, a la vez que trabaja para sostenerse. Dice Hilario Topete que cuando le co- noció en casa de Teófilo Couturier, en un departamento en Tlaltelolco, al escuchar un son cubano, César se levantó e invitó a bailar a una mujer, le tomó de la mano y cintura, levantó su rostro tan elegante y respetuoso y le salió la vena panameña […] “esa noche le admiré; daba una plática sobre estructura y organización social, él llevaba la voz cantante […] Tenía una fama terrible como maestro, pocos pasaban sus clases […] No había perdido el ritmo cari- beño. Melgar dice que cuando salía a bailar les exigía más movimiento a sus parejas: «se pegaba una palmada en el glúteo iz- quierdo al mismo tiempo que con picardía, le decía entusiasta: cadera , dando la pauta del ritmo corporal». Es de los pocos que entienden la di- ferencia entre etnografía, etnología y an- tropología social « […] nos decía que en el diario de campo se anota todo lo que sucede desde el pupilazo hasta la hora de dormir […] Es el único que ha obtenido el premio Julio de la Fuente; produjo un artí- culo polémico que envuelve a uno hasta el tuétano, cuando uno cree que se sabe todo sobre sistema de cargos […] Nos decía que antes de salir a campo, el investigador debe estar munido de todos los campos, teórico, antropológico, lógico, etc., pone de ejem- plo a Malinowski». Aline López, esposa de Leift Kosbaek, cuenta que César Huerta frecuentaba el Café París, donde generalmente acudían poetas y artistas como Efraín Huerta, An- drés Henestrosa o Diego Rivera y el Che Guevara en Guatemala. «Nos reuníamos en Toluca con Leift en los cumpleaños; solía meterse a la coci- na, pero si se ponía aburrida la plática con los doctores, mejor se iba a la salita con los mortales. César era feliz en La Habana vieja, andando por la calle Obispo, vestido con un conjunto beige claro, casi como un inglés, le gusta mucho cantar vestido de esa forma elegante, le decían el señorito en La Habana. Otro de sus gustos es co- cinar. Ya no se reúnen los amigos porque si lo hacen es para hablar de sus enferme- dades, todos están enfermos y como cura más el cariño que las medicinas, hoy lo cuida Esther». Ángel Lecona hace una apología de «La Huerta de las instituciones, César transmite ortodoxia en su cátedra, es un lema para muchos, la corriente que ha transmitido es estructural marxista y son los huertistas, los otros, los críticos de esta corriente, hacen poesía [.] Es pues un especialista en el análisis estructural fun- cionalista del pensamiento antropológico, que no nace del colonialismo; él mismo es una institución, aporta una antropología materialista […] el paradigma marxista está considerado como una poesía: antro- pología materialista, la de Huerta». Ricardo Chacón con dos de sus alum- nos, Arcadio Olivares y Enrique Martínez, presentan 10 minutos editados del video sobre una entrevista que hace el maestro Gastón Martínez a César Huerta: «llegué a México en 1954, porque me dieron 45 horas para salir de Guatemala, quería es- tudiar sociología ya en México, pero la escuela me cobraba dos mil pesos y un amigo me sugirió estudiar antropología social en una escuela gratuita, así entré a la enah en 1945 […] El término muni - do lo utilizo para explicar a los alumnos que deben aprender a interpretar los tex- tos deben estar munidos . El maestro debe hacer feedback , debe aportar ideas para discutir, tiene la obligación de iniciar la discusión. Sobre el trabajo de campo ¿qué puede galvanizar al pasante? No es la teo- ría nada más, es la teoría aplicada a los datos etnográficos, el maestro requiere te - ner trabajo de campo para dar clases y la libreta de campo debe contener 15 pági- nas escritas por día. El alumno debe leer monografías y aplicarlas en el campo. La mesa de los entrañables amigos fue el vino y la botana de todo el evento, Ger-

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