Número 31

32 P anameño de nacimiento, mexica- no por su labor durante 33 años de docencia e investigación en la Es- cuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue homenajeado con variadas muestras de reconocimiento, agradeci- miento y cariño de parte de sus alumnos y exalumnos, colegas, amigos y familiares. Inauguró las mesas la coordinadora de la licenciatura en Antropología Social, doc- tora María Elena Padrón, quien, emocio- nada, anunció «(En) Antropología Social estamos de fiesta, porque hoy homenajea - mos al profesor César Huerta en sus largos 33 años de labor como profesor investiga- dor en la enah» . Durante dos días las semblanzas sobre su vida académica, personal, paradigmáti- ca y aventurera, fueron comentadas por los César Huerta Ríos : mirada polifónica sobre un antropólogo latinoamericano en la ENAH Eréndira Reyes G. profesores Hilario Topete, Manola Sepúl- veda, Juan Manuel Argüelles, María Elena Padrón, Ángel Lecona, Olivia Domínguez; entre sus alumnos y ex alumnos: David Gerardo Noria, Marijosé Cortés; sus ami- gos Leift Kosbaek, Aline López, Ricardo Melgar, Germán Güido Munch y el maes- tro José Luis Valcárcel, así como el embaja- dor de Panamá en México Francisco Troya Aguirre y una represente de Guatemala. Destacaré algunos comentarios de los tex- tos que se presentaron, esperando que se publique algo más extenso, como la parti- cipación de Güido Munch. Quienes le conocen, relataron que César Huerta estudió en el Instituto Na- cional de Panamá, de donde salió exiliado a Guatemala. Eran los tiempos de Jacobo Arbenz. Ante el preanunciado golpe mi- litar, financiado por la CIA, participó en un mitin convocado por la izquierda «chapina» y el sector más radicalizado del exilio latinoamericano, entre los que se encontraba el Che Guevara e Hilda Gadea, su entonces compañera peruana, demandando al gobierno la entrega de ar- mas al pueblo. Huerta al igual que otros manifestantes fue a parar a la cárcel. Las fuerzas lideradas por el militar golpista Castillo Armas liberaron a todos los pre- sos políticos pensando que sin distincio- nes le eran afines. Se equivocaron (adi - ciona el Dr. Melgar). Mucho tiempo después sale por ame- nazas de muerte, para aterrizar por el

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=