Número 31

14 pero seguramente algunos ignoran que su grado académico lo obtuvo estudiando en la Universidad de Utah (Ph. D.), Estados Unidos, lo que seguramente le permitió ir conociendo al monstruo desde dentro, como decía José Martí, nuestro mayor la- tinoamericanista. Como militante izquierda y profesio- nista social, en la década de los 80’s fue asesor del Gobierno revolucionario de Nicaragua en cuestiones relacionadas con los derechos de los pueblos indíge- nas de la costa Atlantica, proceso que culminó con la creación de las regiones autónomas de ese país, y permitió a los sandinistas de entonces desactivar la con- trarrevolución impulsada por el gobierno norteamericano y reconocer los derechos de los pueblos indígenas. A finales del si - glo pasado fue Diputado Federal en dos periodos legislativos. En el último for- mó parte de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) del Congreso de la Unión, que fungía como coadyuvante para encontrar una paz justa y digna en Chiapas. Casi al mismo tiempo, fue asesor del Ejército Zapatista de Liberación Na- cional (EZLN), durante las Mesas de De- rechos y Cultura Indígena, Democracia y Justicia, que se realizaron entre los años de 1995 y 1996. Con esa experiencia, es fácil entender que los temas recurrentes de sus preocu- paciones intelectuales y militantes de las últimas décadas sean los derechos de los pueblos indígenas y la relación de estos con los Estados de los que forman parte, por un lado; y por el otro, las políticas intervencionistas de los Estados Unidos en el mundo y la resistencia de los pue- blos. Este trabajo lo ha llevado a publicar más de una docena de libros propios, sin contar los capítulos de libros colectivos, ensayos y artículos periodísticos con que periódicamente nos ilumina en La Jor- nada . Es en este último rubro donde yo ubicaría la temática de “Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos” que, como su subtitulo lo indica, se ocupa de la visión que los gobernantes del país vecino del norte tienen de su papel en el mundo y sus esfuerzos contrainsurgentes para lograrlo, donde las ciencias antropo- lógicas tienen un papel importante. Desde la primera parte del libro, deno- minada “Terrorismo global de estado”, Gil - berto identifica el actual terrorismo de es - tado con el fascismo y a este con “el terror de la burguesía para proteger sus intereses estratégicos, utilizando –dice- las varian- tes nacionalistas, el apoyo de clases medias descontentas y sectores descalzados del movimiento”. No lo expresa pero es fácil constatar lo que afirma en las recientes agresiones a Bolivia, Venezuela, o Cuba, países que claramente no se ajustan a la “la forma de vida” norteamericana, como dijo el Barack Obama en días pasados. En esta parte, a mi modo de ver, está claramente expresado lo que distingue al libro de otros que sobre el tema se han es- crito, porque a diferencia de aquellos, no se ocupa del terrorismo como acción de individuos, sino como política de Estado, de los Estados Unidos, con lo cual pone de relieve la nuevas formas intervencionis- tas del imperialismo capitalista en todo el mundo. Diríase que, a su modo, desarrolla a tesis foucoultiana de que “la política es la continuación de la guerra por otros me- dios”, o lo que es lo mismo, la inversión de la lógica de la guerra, expuesta hacía años por Karl Von‎ Clausewitz, en su teoría y práctica de la guerra. Un tema recurrente en la mayor par- te de la obra es el papel que los aparatos estadounidenses de contrainsurgencia es- tán asignando a la antropología. Sabedo- res de que los antropólogos se ocupan más que otros profesionistas de las cuestiones humanas y su entorno, los operadores de estos aparatos los han incluido dentro de sus equipos, con la misión de explicar los comportamientos sociales, culturales y po- líticos de los habitantes de los países don-

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