Número 30

19 aquel que señala que uno de los méritos más notables de lo descrito en la  Historia Verdadera  es el que haya “descubierto un mundo auténtico,” (op. cit. pág. 153) lo cual quiere decir que todos los yerros, errores, tergiversaciones, hermenéuticas confusas y oscurantistas etc., tienen que ver sólo con el actuar de los españoles, con Cortés y con los interés puestos en acción duran- te la conquista o en relación con los po- deres de la monarquía. Ahí es donde hay problema, porque en lo que respecta a la descripción de ese “mundo nuevo” que es- taba descubriendo y consignando lo hace de una manera magistral, como si fuera un pintor de una naturaleza quieta y hermosa –sería mejor sería decir horrorosa, demo- niaca-- que es trasmitido por las letras del maestro que comunica con lucidez los ho- rrores, errores y escenografía de ese mun- do totalmente nuevo bajo la mirada clara y creativa del gran narrador. Es del todo incomprensible el que Ra- món Iglesia no haya aplicado sus mismos criterios historicistas a la hora de revisar el texto de Bernal; que no haya reparado en la historicidad, relatividad, prejuicios, carga histórica, ideología con que Bernal veía y traducía ese mundo en su escritura. A don Ramón no lo podemos juzgar por lo que no hizo, pues lo podemos explicar dentro de las corrientes de pensamiento y acción de su tiempo, tal y cual a él le hu- biese gustado y creo que se sentiría bien, pues estaría acorde a su pensamiento. Pero respecto a Duverger, de quien debo confesar no he leído su otros libros, sino sólo el que ahora comento, sólo apa- rece como un mal vendedor de ideas, pues en sus 335 páginas, no hay más que una duda volcada y revolcada bajo un solo eje: la negación de que Bernal Díaz del Castillo pudiera ser el escritor de la Historia , que se asume como una obra de arte, planteando así a mi parecer lo que sería un falso pro- blema o mejor dicho un problema construi- do concretamente, no tanto para discutir la paternidad de la obra, donde se pueden gastar cientos y miles de páginas de uno u otro bando, dejando incólume e inclusive con más verosimilitud la “excelencia” de la crónica de la eternidad del nuevo mundo, descrito por la pluma “magistral” de quien lo haya escrito. Estamos frente a una corriente muy  ad-hoc  de los tiempos que corren de la mal llamada  post modernidad , donde no importan los sentidos de lo que escribas, el objeto es que escribas y que puedas mantener algunas tensiones en más de cien páginas, aunque no haya nada ver- daderamente nuevo que expresar; es más, eso casi está prohibido, pues se vuelve subversivo, dado no se trata de revolucio- nar nada, sino de mantener lo fundamen- talmente existente. Aderezar esto y aque- llo, pero no darle la vuelta, ni verlo con otros ojos. “Prohibido dudar de lo esen- cial”, reza la nueva academia, el mundo de las apariencias donde son solo los nom- bres, los vestidos, los paisajes los que de- ben ser vistos de otra manera, nombrados con otras fórmulas, etc., pero nada más. Todo ello parecería estar dentro del signo de los tiempos, como dirían por ahí los viejos hegelianos; pero resulta que nada es casual, que estamos en tiempos de los prolegómenos de los quinientos años de la conquista de Pueblos y comunidades que poblaban y dominaban el inmenso y vasto territorio que los españoles comenzaron a denominar como la “Nueva España”. Y es en estos tiempos preparatorios donde el texto de Duverger pretende insertar, sin más discusión, la Historia verdadera  como la  cónica de la eternidad,  dejando a salvo y aún más santificados sus contenidos. Muchos pueden decir, que está en su derecho y yo creo también en ello. Pero si ello es cierto, también hay que decir y difundir que desde hace muchos años Bo- nifaz Nuño, en nuestra Universidad Autó- noma de México, comenzó su seminario de descolonización del pensamiento con algu- nos muy buenos resultados; que Guy Ro- sat, en la ENAH, ha insistido en la decons- trucción del discurso colonialista y con no escasos resultados que llegan, a más de sus libros, a la secuencia de un seminario que ya lleva diez años de práctica profesional

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