Número 30
16 Y ese es el terreno en el que se queda Duverger. En el de parafernalia y el su- puesto resultado: la eternidad gloriosa del mundo de las letras y donde él ahora re- clama un lugar privilegiado, al “descubrir” un enigma y una antiquísima realidad que todos se negaban a ver estando frente a sus propios ojos: que Hernán Cortés fue el es- critor de aquella Historia Verdadera … Para Duverger la Historia Verdadera … es la mejor narrativa de la conquista tal y como han asentado muchos historiadores, pese a que muchos de ellos asumen que tiene un crecido número de yerros, extra- víos, engaños e inexactitudes; una herme- néutica un tanto alrevesada que necesita de intérpretes o de verdaderos expertos para descifrarla y entenderla, hasta llegar a hechos inexplicables en su elaboración. Pero nada de los primeros señalamientos le interesa a Duverger, quien sólo se queda con lo inexplicable que resultan algunos párrafos que contienen referencias en la- tín, algunas consignaciones de lecturas supuestamente especializadas para su tiempo, y otras minucias de ese tipo y que terminan delatando al supuesto verdadero autor: Hernán Cortés. Mientras que los yerros, extravíos, en- gaños, inexactitudes, etc., no afectan en nada la composición y gloria que ya al- canzó la crónica. Finalmente estamos en el mundo de las simulaciones, se puede decir que se trata de un “excelente” escrito aun- que falte a la verdad, por decir lo menos. Y es que ese tipo de juicios va muy a modo con los tiempos neoliberales que vivimos y de los que obviamente se hace eco Duver- ger, quien en lugar de aguzar el juicio y el análisis se va por lo fácil, por lo simple, por lo intrascendente, al buscar en la superficie al supuesto impostor y sacar a flote a su héroe: Hernán Cortés. Con dicha ocurrencia Duverger cree que abre un camino historiográfico para solucionar el enigma que él mismo ha construido y fundar lo que él considera su aclaración. Terreno repleto de procelosas especulaciones y escasas pruebas. De principio, Duverger se queda con lo escrito, aunque nunca declarado abier- tamente entre otros muchos historiadores, por el admirado –por otras muchas razo- nes-- historiador español Ramón Iglesia 3 , quien consignó que el estilo de Bernal …es difícilmente superable en su fuerza descriptiva y en la gracia de la narración.. […] (pág. 118) tiene condiciones únicas de espontanei- dad y frescura, 4 (pág. 127) siendo uno de los libros más notables de la literatura universal […] testimonio de valor único; por su amplitud y precisión […] Es una sobria epope- ya en prosa que exhibe la sencillez misma con que el autor la cuenta, porque sabe narrar y animar con insuperable pluma la conquista de México (pág. 151) Así, Duverger se queda con todos esos juicios calificativos que a mi parecer por desgracia no demostró suficientemente Iglesia y mucho menos Duverger en las páginas escritas por él. 5 Iglesia mismo declaraba que faltaba un ejercicio mucho más sistemático de confrontación para lle- gar a apreciaciones más claras, declarando que estaba en los primeros acercamientos y llamamientos de atención sobre puntos que le parecían debían ponerse en la mesa de la discusión (Cfr. Pág. 132), lo cual que- ría decir que no estaba agotada la investi- gación y lo que pudiera decirse sobre ello, que muy seguramente hubiese variado de haber continuado con su ejercicio de con- frontación, porque considerados con más detenimiento sus propios reparos sobre la obra bernaldina, como ese “deseo frenéti- co –de Bernal-- de desacreditar” al cronis- ta Gómara (pág. 133) “no siempre siendo exacto o apegado a lo sucedido” y que es lo que refuta Iglesia e inclusive, nos pre- viene pues, si en Gómara “hay omisión” en 3 Ramón Iglesia, El hombre Colón y otros ensayos, México, Fondo de Cultura Económica, 1986. 4 Señala Iglesia que Bernal narra que vio “gotas de sangre muy fresca” (pág. 119) 5 Puede haber otros muchos historiadores que a diferencia de Prescott, enaltecen las letras de Bernal Díaz del Castillo. No soy especialista en la materia, pero la presentación de don Ramón Iglesia me sirve para exhibir uno de los mejores ex- ponentes del punto de vista laudatorio de la obra de Bernal, además de Joaquín Ramírez Cabañas y el mismo Sáenz en sus introducciones.
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