Número 30

10 y capital. Pero la violencia sigue su curso considerando el drama de la migración de los campesinos, desocupados y margina- les sur/norte. La muralla de acero nortea- mericana cristaliza arquitectónicamente la violencia antiinmigrante y la refrenda, con destacamentos de contención como la patrulla fronteriza, o paramilitares como los “minuteman.” En aras de la objetivi- dad, debemos considerar que para algunos migrantes, es decir, para las expresiones minoritarias y aleatorias del fenómeno mi- gratorio, las carencias de ingresos les son ajenas. Ellos están asociados a un abanico de motivaciones que van de las religiosas, pasando por aquellas que tienen que ver con la búsqueda de espacios más propicios para sus cultivados saberes o prácticas ar- tísticas, o aquellas más íntimas, que aluden a los más diversos lazos afectivos, sea para restaurarlos, consolidarlos o romperlos. Y habrá otras más por inventariar. Recorde- mos igualmente que existen casos de mi- grantes económicos, que en tiempos de exilio político masivo, simulan formar par- te de él, con la finalidad de obtener algunas facilidades migratorias, sanitarias, educati- vas u ocupacionales del país receptor. Que - da claro, que migración no es exilio. Reflexión final En resumidas cuentas, exilio y migración, tienen sus especificidades. Lo que las es - labona y en apariencia las confunde no es solo la exterioridad de sus desplazamien- tos fronterizos, sino fundamentalmente el peso diferencial de la violencia institucio- nal y/o estructural que les da visibilidad, forma, sentido, peso demográfico y valor o disvalor simbólico. Foto: Matt Nager

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