Número 28

20 Las identidades colectivas, urbanas y rurales, se fueron modelando durante ci - clos de larga duración, afinando sus refe - rentes de distintividad. No hubo continente que no fuese marcado por sus respectivas identidades colectivas y sus conflictos, en - tre inclusiones, exclusiones y guerras de aniquilamiento. La modernidad occiden - tal, el colonialismo, el emergente merca- do mundial y la división del trabajo que le sirvió de complemento complicaron la trama de interacción de las identidades co - lectivas, e impulsaron la aparición de otras en ciclos de corta duración. En la actuali - dad, los académicos debaten si el mundo contemporáneo únicamente es capaz de generar identidades colectivas fugaces en el tiempo, al mismo tiempo que decantar o erosionar las de antigua data. El nosotros, siendo una categoría re- lacional y cohesiva, necesita de una me- diación y contraste, su reconocimiento frente a los que no comparten ideológica, cultural o corporalmente sus mismos refe - rentes de identificación y pertenencia. La relación entre el nosotros y los otros tie- ne muy añeja sedimentación lingüística y cultural. En lengua castellana el sujeto Adolfo Bellocq: “Idilio salvaje”. Amauta, núm. 20, enero de 1929

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