Número 28
19 L as identidades colectivas, como los movimientos sociales, en su nece- sidad de afirmarse y reconocerse como tales, recurren a sus propios medios de expresión cultural con la finalidad de significarse, representarse y simbolizarse actuando -conforme a sus idearios y sen - timientos- en los espacios públicos. Por lo dicho, el nosotros debe ser enunciado como voz coral o grito comunitario según las tradiciones inventadas o no. El nosotros representa a un sujeto colectivo pensante, que puede generar una corriente de opi- nión pública y, en no pocos casos y cir - cunstancias, probar su voluntad de acción. Tomaremos en cuenta algunas de sus ma - nifestaciones a través de dos publicaciones periódicas identificadas con la izquierda continental de la segunda mitad de los años veinte del siglo pasado. Repensando el horizonte de sentido Este vocablo en lengua castellana, corres- ponde a la forma nominativa en primera persona del plural. Es una categoría cul - turalmente relacional e inclusiva, siendo ideológica y políticamente neutral. No obstante lo anterior, las clases y grupos culturales subalternos tienden a dotar de elementos críticos sus demandas colectivas y sus maneras de enunciar o simbolizar el nosotros . En ciertos contextos y coyuntu - ras, el nosotros puede ser el motor de un movimiento de ruptura o subversión del canon u orden reinante en algún campo El pensamiento crítico latinoamericano: Nosotros , algo más que una categoría identitaria Ricardo Melgar Bao de la existencia social: cultural, intelectual, artístico, social o político. Además del gentilicio, el sujeto colectivo suele apelar a conocidas voces que refrendan la unidad relacional de sus adherentes en el seno de un movimiento social, organización o enti - dad grupal, tales como: hermanos, compa- ñeros, camaradas, correligionarios, comu - neros, paisanos, etc. El nosotros, a diferencia de la multitud, de la masa, del público, configura su fron - tera de sentido a partir de su propio reco- nocimiento como sujeto colectivo, sellado por la intersubjetividad que le correspon- de, entre las ideas y el pathos que la nutren. El nosotros –como sujeto colectivo– no está constreñido necesariamente a un espacio homogéneo y continuo con fronteras de - finidas. En no pocas ocasiones, el nosotros es consciente de su identidad colectiva al mismo tiempo que de su heterogeneidad (generacional, cultural, social, étnico y de género). El nosotros reconoce el espectro de su corporeidad, a veces, marcada por algún símbolo compartido, referentes ges - tuales o sonoros y alguna ritualidad elabo- rada o balbuceante. Sin embargo, cuando nuestro sujeto colectivo se auto convoca bajo ciertas circunstancias y motivaciones conmemorativas o extraordinarias, cui - da en sus filas la distancia cultural que la dota de distintividad frente a la multitud o la masa. La densidad corporal propia de la masa peregrina, la política o espontánea- mente tumultuaria o violenta, le es ajena.
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