Número 23

11 bién sus conocimientos en la astronomía, porque dispusieron las fachadas según los cuatro puntos car - dinales. Esto sólo, aun cuando careciésemos de los documentos que manifiestan sus progresos en las ciencias, bastaría en el día para convencemos de que componían una nación muy civilizada. 3. El estudio de las antigüedades siempre ha sido de mucho aprecio en los siglos en que han florecido las ciencias, y por su uso se ha rompido aquel velo obscuro de los tiempos, que oculta los orígenes de las naciones, su mutuo comercio etc. Sabemos que muchos hechos históricos han sido confirmados o destruidos en virtud del hallazgo de una medalla o de una inscripción. ¿La decadencia de los imperios no se manifiesta comparando fábricas a fábricas? Las antigüedades del tiempo de Augusto y de Trajano, comparadas a las del tiempo del grande Constantino, hacen visible esta realidad. 4. La nación mexicana en el día (no obstante su existencia) debe reputarse por antigua; porque una vez avasallada por la nación española, de quien reci - bió su legislación, sus costumbres, la verdadera reli - gión, perdió aquellos caracteres que la distinguían de las otras naciones, de modo que en el día los indios mexicanos son, respecto de los anteriores a la con - quista, lo mismo que los modernos habitantes del Peloponeso o Marea, respecto a los antiguos griegos; por lo que se hace patente aquella decisión precipi - tada de algunos aristarcos ridículos, que sin haber hecho estudio de los pocos autores que han trata - do de las antiguas costumbres de los mexicanos, los reputan por rústicos, no por otra razón sino porque a sus descendientes los miran en este estado; no se hacen cargo que en el día los indios componen lo que se llama ínfima plebe, tan solamente reducidos a las penosas ocupaciones y trabajos mecánicos. ¿La ple - be en qué país del mundo se reputa por instruida? 5. Si el celo indiscreto de algunos, y la codiciosa ignorancia de otros, no hubiesen destruido los mo - numentos mexicanos, se podría colectar una grande porción de antigüedades con que averiguar el legí - timo origen de los indios, sus costumbres, su legis - lación, el carácter de sus monarcas, su comercio, y finalmente se haría patente el que era una nación de las más poderosas del orbe. (1) 3 6. Sin intentar escribir una dilatada disertación, expondré uno de losmás fuertes argumentos con que se fortalecen los que reputan a los antiguos mexica - nos por rústicos: dicen que una nación poderosa no se hubiera podido conquistar por tan corto número de españoles. Esta expresión, vertida por los que han leído la historia de la conquista, manifiesta su mala fe, o su poca penetración: ¿en ella no se refiere que los españoles tuvieron por auxiliares a muchas pro - vincias que se hallaban en aquel tiempo en guerra con Moctezuma? ¿Pues tantos militares de hombres unidos al gran Cortés, por qué se ha de omitir el ex - presados cuando se trata de conquista? No digamos que pocos centenares de españoles conquistaron a la Nueva España; expresemos que poderosos ejérci - tos unidos y animados de los valientes y esforzados españoles pelearon contra los mexicanos, y de este modo no faltaremos a la verdad de la historia. (2) 4 3  (1) Si fue de las más poderosas y vigorosas la defensa de la ciudad, esto mismo me obliga a formar esta reflexión. El céle- bre Masdeu en su Historia crítica de España refiere, para com- probar el valor de los de Sagunto, como rechazaron a los car- tagineses en número de ciento y cincuenta mil que los sitiaron por ocho meses; pues los mexicanos sostuvieron por muchos meses muchos ataques, y un sitio riguroso setenta y cinco días, contra el valeroso ejército español, que a más de estar proveído de artillería, otras armas, y de caballos y bergantines estaba auxiliado de doscientos mil indios; los saguntinos lidiaron contra enemigos que usaban de armas iguales: en esta parte padecían mucha desventaja los mexicanos. Luego la defensa de la ciudad, sostenida por tanto tiempo, debe hacerse memo- rable, y al mismo tiempo manifestar lo que eran en el arte de la guerra: ¡qué poco meditó el Sr. Eduardo Malo de Luque su expresión: un puñado etc.! Véase la nota siguiente. 4  (2) En esta expresión muy vulgar comprenden autores re- putados por muy críticos, como son el abate Reinal y su tra- ductor, y corrector Eduardo Malo de Luque. Este último se expresa así pág. 135 tomo 1., refiriendo la conquista de la Chi-

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