Número 22

10 salud chilenos, han promovido desde sus bases una organización y administración propia de los servicios de salud. Tal es el caso de la Asociación Mapuche Newentuleaiñ (Hospital de Nueva Imperial), la Asocia- ción Mapuche para la Salud Makewe Pelale (Hospital Makewe) y la Coordinadora de Salud Boroa-Filulawen (Centro de Salud Intercultural Boroa Filulawen). Estas nuevas organizaciones políticas mapuche se encuentran administrando sus respectivos cen - tros de salud, implementando modelos propios de atención, promoción, administración y gestión en sa - lud de manera inédita y con directa relación con los servicios de salud oficiales, en particular con el Ser - vicio de Salud Araucanía Sur. 5 Esta vinculación está cruzada por relaciones de poder desiguales, negocia - ciones y permanentes conflictos que hoy en día es necesario analizar desde un punto de vista estraté - gico mapuche. Este análisis nos permitirá vislumbrar hasta qué punto la pregonada “interculturalidad” o la salud para la “población mapuche“ es posible y hasta dónde nuestra exigua participación en la ad - ministración de los servicios de salud no pasa a con - vertirse en institucionalidad ajena del Estado chile- no (Marimán). De este modo, se imponen prácticas de etnofagia que las instituciones desplegadas en el territorio (Servicio de Salud, Programa Nacional de Salud y Pueblos Indígenas) realizan sobre la adminis - tración misma de estos centros de salud, así como de las prácticas de sanación de nuestros lawentuchefe o machi . 6 Etnofagia entendida como proceso global en el cual los estados nacionales contemporáneos exal - tan superficialmente la diversidad y el multicultura - lismo pero que mas bien sus acciones y programas tienen un propósito de domesticación, integración e invisibilización de las identidades. En palabras de Diaz-Polanco, con la etnofagia no se busca la des- trucción mediante la negación absoluta o el ataque 5  Las organizaciones comienzan su trabajo hacia finales de los años noventa y principios del año 2000. 6  Uso la noción de “etnofagia” en el sentido desarrollado por Díaz-Polanco (1991). violento de las otras identidades, sino su disolución gradual mediante la atracción, la seducción y la transformación. Las organizaciones mapuche en salud han debi - do enfrentar la fértil aparición de estos programas indigenistas señalados anteriormente (Orígenes-BID) y, en muchas ocasiones, han tenido que experimen- tar diferencias a partir de la operación de los agentes estatales y las consultoras en el caso de Orígenes . Por ejemplo, la puesta en marcha del componente “salud intercultural” del Programa Orígenes incluía dentro de sus lineamientos programáticos la sistematización y posterior apoyo financiero a una “experiencia mo - delo”, lo que trajo discusiones éticas y políticas res - pecto de la autonomía de las experiencias de cara a esta nueva forma de ingerencia estatal. De hecho, en el caso Boroa Filulawen y Makewe, este dispositivo fue gatillante para un distanciamiento político entre ambas organizaciones territoriales relacionadas des - de sus inicios. De esta manera, la intervención del Programa Orígenes, a través de sus agentes estata - les (Servicio de Salud) y para-estatales (Consultoras) consiguió debilitar a organizaciones y territorios ma - puche que se han relacionado históricamente. En el caso arriba descrito, finalmente los recursos para “fortalecer los modelos” no llegaron a ninguna de las dos organizaciones que administran los cen - tros de salud. No obstante, la operación del compo - nente salud intercultural del Programa Orígenes y su correlato en el Servicio de Salud Araucanía Sur logró intervenir en un proceso de autogobierno mapuche en salud y que se hallaba fortalecido gracias a la exis- tencia de las dos organizaciones mencionadas. Los agentes estatales chilenos intervinieron así mediante la coacción del dinero y la consiguiente dispersión de las iniciativas mapuche en salud. No por casualidad sólo se financiaría “una experiencia modelo de salud intercultural”. Lo importante aquí, a mi entender, es darnos cuenta que vamos “pisando el palito” que el Estado y sus dispositivos nos van imponiendo a pesar de las construcciones colectivas y alianzas que se han ido forjando desde los años noventa.

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