Número 18

18 cómo es que la explotación minera en el Jumil, mu - nicipio de Temixco, NO afectará a la Zona Arqueo - lógica de Xochicalco, dadas las vibraciones que se generarán al dinamitar reiteradamente el cerro, cuando el subsuelo es de material inestable y con cavernas, entre las cuales se encuentra su observa - torio astronómico; cómo es que se decide que la zona arqueológica ubicada en el Jumil NO forma parte del conjunto arqueológico de Xochicalco, de modo que su afectación, sea o no condicionada, NO lo afecta en su dimensión integral; ha de demostrar categóricamente cómo condicionar a la empresa minera a que separe entre sí las áreas con vestigios arqueológicos y las circunscriba en colindancia con el hueco extractivo que realizará la empresa ca - nadiense NO constituye un despropósito múltiple: cómo es que NO atenta a la integridad de la zona ar - queológica en su conjunto, cómo es que NO aísla los vestigios irremisiblemente, haciendo impracticable cualquier obra ulterior de estudio, recomposición o visita; cómo es que NO condena esos vestigios des - ligados a su propia afectación física irreversible, en virtud de las explosiones contiguas inmediatas que se llevarán a cabo; cómo es que NO pasa por alto el principio de zonas de amortiguamiento periférico que de manera sistemática se establecen en la deli - mitación de las zonas arqueológicas. Es preciso que se clarifique a su vez cómo es que la mina a tajo abierto NO va a alterar irremisible - mente la perspectiva visual desde Xochicalco o bien, bajo qué criterio dicha alteración resulta irrelevan - te, o cómo es que favorece de alguna manera a la zona de Xochicalco el hecho de que aparezca aho - ra el enorme hueco pretendido de la mina de tajo abierto, conspicuo, monumental, imponente, visible desde la entrada misma del museo de sitio desde su mirador oriente y notoriamente desde la misma zona arqueológica. Pero además, convendría precisar: ¿cómo es que el Instituto atiende en estos casos concretos la inte - gridad del patrimonio cultural como tal?; ¿cómo es que ese “patrimonio cultural”, en el caso de las ini - ciativas mineras de tajo abierto que en el país están proliferando, se puede reducir al patrimonio arqueo- lógico, cuando evidentemente uno y otro no son si - nónimos?; ¿cómo se sostiene que este tipo de afec - taciones NO incide negativamente en el patrimonio cultural de la región al afectar la disponibilidad del agua, al contaminar mantos freáticos y ríos, al alterar veneros por las explosiones, al generar contamina - ción por el polvo, generado en partículas microscó - picas sometidas a los vientos, al afectar la salud de los habitantes, al generar desechos venenosos?, y un largo y tóxico etcétera. Y si el INAH acaso no tiene jurisdicción legal más que con el patrimonio arqueológico, entonces la pregunta a formular –nada nueva tal vez- es, no por retórica, sino por su relevancia para el cometido institucional, si las leyes se han de adecuar a la rea - lidad, o la realidad se ha de seguir adecuando a las leyes y a las limitaciones e intereses de quienes las interpretan. Tampoco es coherente que el INAH en casos concretos como el que nos ocupa, siga sosteniendo y proyectando una visión parcial y atomizada de su objeto mismo de trabajo; esto es, que se desentien - da de otras dimensiones esenciales de afectación del patrimonio cultural que no son estrictamente las de índole arqueológica. En suma, las implicaciones ecocidas y etnocidas que no son objetivamente descartables en toda ex - plotación de minería a cielo abierto, ¿son asuntos ajenos a nuestra responsabilidad institucional como investigadores y trabajadores del INAH? En realidad, el tajo abierto a perpetrar, no está solamente dirigido a los cerros y montañas y subsue- los para transformarlos en harina buscando ese oro, plata y otros metales microscópicos a un costo des- mesurado que no pagan las empresas y que no se puede tasar en dólares: la hendidura y la molienda están dirigidos al patrimonio biocultural, que en un sentido cabal involucra centralmente a nuestra po - blación. ¿A quién le toca defender ese patrimonio ante el embate neocolonial de una expoliación ahora

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