Número 13
9 guerra y sus personas enviadas al interior de la Re - pública. 7.- Todo el que se oponga al presente Plan será pasado por las armas. 8.- Todos los habitantes de Santa Bárbara y el Distrito Norte serán invitados inmediatamente a participar en este Plan. Campo cerca de Los Ángeles, a 24 de septiembre de 1846”. 3 En todo caso, los factores de relativa despobla - ción de un territorio, o la debilidad y desorden impe - rante en un país, no pueden ser causas para “expli - car” y mucho menos justificar un despojo como el que llevó a cabo Estados Unidos en contra de Mé - xico. Los redactores de los libros de texto retoman, casi textualmente, muchos de los argumentos de la historiografía estadounidense (la más conservadora, claro), para exculpar a la clase dominante de su país de una guerra anunciada y preparada con anticipa - ción, sublimada por ideologías que proyectan la idea de “un pueblo escogido” para llevar misiones civiliza - torias como la del “Destino Manifiesto, la cual, obvia - mente, no es mencionada en los textos. También son omitidos por nuestros censores his - tóricos todos los hechos que se derivan de la guerra de conquista de 1846 a 1848, entre ellos, de los más importantes, el destino de discriminación e injusti - cias de los mexicanos que quedaron en los territorios conquistados, el robo de sus propiedades, la perse - cución permanente de los pobladores de origen mexicano, sus frecuentes linchamientos, la segrega - ción residencial, las repatriaciones forzadas en los años treinta del siglo XX, todo ello, en violación del espíritu y la letra del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Nada se conoce en México, sobre el fenómeno de bandolerismo social en California, durante las tres décadas que siguen a la anexión de los territorios que incluso llega a ser tema de la literatura con el 3 H. H. Bancroft. History of California, Vol. 1, p. 310, en: Gilberto López y Rivas. La Guerra del 47 y la resistencia po- pular la ocupación. Cuarta edición, Ocean Sur, 2010. celebre Joaquín Murrieta, inmortalizado por Pablo Neruda, que es trastocado por la industria cinema - tográfica estadounidense en el diluido y aristocrático personaje de El Zorro. En Nuevo México, Sostenes L’ Archevêque, de madre mexicana, en venganza por la muerte de su padre, acumula 23 marcas de gringos en su escopeta, dos más de las encontradas en la es - copeta de Billy “the Kid”. También, lamentablemen - te, los niños de primaria no están al tanto de quien fue Juan Nepomuceno Cortina, quien se levantó en armas contra las autoridades estadounidenses en 1859, enarbola la bandera mexicana, toma Browns - ville y se mantiene en rebeldía hasta diciembre de ese año, cuando es derrotado por tropas regulares y Rangers , cruza el Rio Bravo, se une al ejército de Juárez, alcanza el grado de general y llega a ser go - bernador de Tamaulipas. Fueron convenientemente “olvidadas”, asimis - mo, las agresiones constantes a nuestra soberanía a través de incursiones filibusteras, estimuladas y so - lapadas por las autoridades de Estados Unidos; las invasiones por fuerzas militares y policiales federales y estatales de ese país a lo largo de toda la frontera; el abigeato y el contrabando que llegaron a ser un factor fundamental en la formación de los grandes ranchos ganaderos del sur de Texas, como el King Ranch, los ofrecimientos para la “compra” de más territorios, las exigencias y demandas de concesio - nes, entre ellas, la virtual posesión del Istmo de Te - huantepec, por ejemplo. En los textos tampoco se menciona el control es - tadounidense de nuestra economía durante la dicta - dura de Porfirio Díaz, en particular, sobre tierras, mi - nas, inversiones y trasporte; ni es motivo de atención la injerencia de Estados Unidos durante todo el pro - ceso revolucionario, desde el apoyo de la embajada de ese país al golpe de estado de Victoriano Huerta, hasta el ataque y ocupación del puerto de Veracruz, el 21 de abril de 1914, y la invasión armada al norte de nuestro país en 1916 por tropas al mando del ge -
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