Número 13

14 Esa democracia se fundaba en el sufragio censi - tario, consistente en que sólo los ciudadanos que po - seían propiedades con valor suficiente o cierta edu - cación tenían derecho al voto. Pero ya todos tienen su dinero en las manos, han sido corrompidos por los propios candidatos. Y el pintor muestra el burdo mecanismo de corrupción en la escena central. Un propietario es acosado por los dos candidatos que le presentan sus propuestas para que los apoye. Mientras, con la otra mano le dan algunas monedas que taimadamente acepta: la compra del voto. Estamos ante una prác - tica tan vieja y socorrida por los políticos, como burda y ofensiva para la democracia. Sobre todo cuando los electo - res o partidos se aprovechan de poblaciones frágiles, sea por sus carencias económicas o culturales. Pareciera que los beneficiados con el voto bus - can mantener a la población postrada para que les funcione ese sistema “democrático”… sin importarles las consecuencias para la población y para el país. Tal vez a un pintor contemporáneo que se ocu - pase del mismo tema, para el caso de México, no le bastarían cuatro cuadros. Esta situación me recuerda un chiste que circuló en San Luis Potosí antes de las elecciones de julio pa - sado, donde se decía que había muerto un político y que cuando llegó al Cielo, San Pedro le dijo: - “Como eres político, debes escoger el lugar donde quieres pasar la eternidad. Puedes ir un día al Cielo, probar, y otro día visitar el Infierno. Al tercer día me dices entonces a dónde prefieres ir…” El político se apresuró: Bajó primero al infierno… Ahí, se encontró con un recibimiento extraordinario: seductoras edecanes, am - biente alegre y muy animado, amigos que le invitaban todo tipo de diversiones, donde podía satisfacer sus deseos y fantasías. Quedó maravillado y esperanzado… Cuando fue al Cielo, se sorprendió ver a bellos ángeles y serafines en procesión, hombres y mu - jeres en recogimiento y en quietud, un ambiente alegre pero discreto… Le pareció aburrido. No dudó un segun - do en escoger el infierno. Y San Pedro se lo conce - dió. Pero cuando regresó al infierno, cuál sería su sorpre - sa; notó un cambio radical. Había un panorama de desierto, mucha desolación, miseria y sufrimiento. Vio pasar un grupo de personas escuálidas, enca - denadas y lamentándose. Entonces, reconoció a sus amigos con quienes había gozado en días anteriores. Con insistencia les pregunta: “¿Qué es lo que ha ocurrido?, ¿porqué se en - cuentran en esa situación tan lamentable?, ¿dónde están las edecanes, la música y los festines?, ¿dónde quedó la alegría…?” Uno de los dolientes le respondió: “Mi querido político, ayer estábamos en campa - ña…” “En la guerra y la política: ¡”TODO SE VALE”!... Pero, ¿será justo?

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