Número 13
11 Límites de la democracia: la compra de votos en Inglaterra Javier Pérez Siller E ntre los regímenes políticos, uno de los más an - tiguos ideados por Occidente es la democracia – considerada la más justa porque el pueblo tiene la soberanía, no así cuando la detenta un partido, lo que sería una aristocracia, o una sola persona, la mo - narquía–. Ya utilizada por los griegos en Atenas, se aplicó durante la República romana, y más tarde en pequeños estados, como Venecia, Suiza o los prin - cipados germanos. Los regímenes monárquicos se opusieron a ella, sobre todo las monarquías absolu - tas, muy de moda durante el siglo XVIII. Con la Revo - lución francesa de 1789, la democracia se amplió a lo social y se afirmó como el modelo de gobierno más avanzado. Impulsada por las potencias occidentales, a lo largo de los siglos XIX y XX ganó terreno en el planeta. Esa voluntad contribuyó a la implosión del bloque socialista, en 1989-92, y a la apertura de los países musulmanes... Si la democracia y el liberalismo van de la mano, ambos han presentado límites y virtudes a lo largo de los siglos. En principio la soberanía reside en el pueblo, pero este la delega en sus represen - tantes, al votar por ellos. Y reunidos en Asamblea los representantes votan las leyes que “favorecen” a sus representados. Entre los límites de la democracia se denuncia con frecuencia que se trata de un sistema donde el voto de la mayoría se impone a una minoría. Una suerte de dictadura de la mayoría, que excluye a las minorías. Otro es la “alienación” de los representan - tes, que tienden a favorecer intereses que no corres - ponden a los votantes… En fin, el mayor límite que desvirtúa el espíritu de la democracia radica en cómo se orienta al pueblo para que emita su voto; ya no por las propuestas de “cómo gobernar” o “qué rum - bo tomar para satisfacer las demandas ciudadanas” o, en fin, “qué política seguir para que el país enfren - te con ventajas los desafíos de una época”, sino por medios publicitarios, mercadotécnicos, coercitivos o ventajosos que seducen para “con-vencer” y ganar el sufragio. El empeño por “con-vencer” lleva a la más gran - de aberración de la democracia: la corrupción elec - toral, ya sea a través de diversos mecanismos aplica - dos en la votación o por la compra de votos. Esas prácticas son tan viejas como la demo - cracia misma. Así lo vemos en uno de los países pio - neros de la democracia Gran Bretaña. En 1754, en ocasión de las elecciones al Parlamento, el pintor William Hogarth denunció las prácticas corruptas aplicadas por los candidatos de los partidos Tories y Whigs, incluyendo el uso de recursos públicos para la compra de votos. Se trata de una serie de cuatro pin - turas, donde Hogarth muestra las prácticas electora - les que se utilizaron particularmente en el distrito de Oxfordshire, donde los conservadores, dominantes desde 1710, pierden gracias a dos años de campaña Whigs llevada a cabo mediante esos procedimientos. La serie –que se conserva en el “Sir John Soanes’s Museum”, en Londres ( http://www.soane . org/collections_legacy/the_soane_hogarths/an_elec- tion )– cuenta con cuatro pinturas: 1ª “An Election
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