Número 11

12 tro país. Pero la sombra, ciertamente previsible, del fraude anunciado, preparado, operado y justificado cayó de todas maneras en el ambiente. La sombra ominosa de un fenómeno que tiene consecuencias colectivas que vale la pena analizar, también, desde la perspectiva epidemiológica. Si la epidemiología se ocupa del fenómeno de la salud y de la enfermedad a nivel colectivo y lo perci - be como una realidad dinámica que permea la vida social y la cultura, por la misma amplitud de su co - metido incorpora necesariamente diversas percep - ciones y vivencias relativas a la salud, incluidas, por supuesto, las que provienen de diversos conjuntos de población. El asunto de las recientes elecciones, con su costoso proceso preparatorio y con su cauda inacabable de consecuencias, no es ajeno a ella. La indignación de millones de mexicanos no es una nimiedad sanitaria. A nivel individual, involucra estados de ánimo, emociones y afectos que generan consecuencias orgánicas y fisiológicas, todo lo cual, a su vez, tiene una dimensión colectiva. Esa energía in - cide generando desasosiego y desesperanza cuando se cierran los canales que permiten su expresión en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Pero esa energía, a su vez, constituye un punto de partida fun - damental en la construcción de una nueva sociedad. ¿Qué pasa cuando una persona se siente burlada o en condición de afrenta? Ya nuestras culturas originarias handadocuentadeellocuando reparamos en la existencia de una enfermedad de raigambre mesoamericana reconocida entre los nahuas y otros grupos como vergüenza (Hersch y González, 2011: 183-213). Y es que la vergüenza como enfermedad en ese ámbito cultural conlleva simultáneamente una connotación doble: por un lado implica una afecta - ción de la salud que incluso se manifiesta como daño físico, pero por otro, denota el valor de la dignidad como elemento esencial en la experiencia de vida de los seres humanos. Así, la vergüenza, en el sentido positivo, está íntimamente vinculada con la dignidad. A propósito por ejemplo de las recientes eleccio - nes, la constatación del pueblo mexicano de saberse objeto de instrumentación de los poderes económi- cos y políticos puede llevar al desasosiego y al con - formismo, pero puede también derivar en una toma de conciencia y en el ejercicio de la dignidad como único camino para enfrentar a esos poderes. Esa es la lección que nos brindan hoy muchos mexicanos, que no necesariamente siguen a una sola figura po - lítica que puede representar o no sus aspiraciones por un México mejor, sino que siguen, en el fondo, su propia certidumbre de que las cosas pueden ser y hacerse de una manera infinitamente mejor de como son y de como se están haciendo. No nos dejemos amedrentar por la imposición y la mentira sistemáticas. No son nada al lado de nues - tra dignidad y de la magnitud de nuestro coraje, en - tendido como temple y como ímpetu transformador. Todos los poderes que necesitamos erradicar -sea porque han operado en contra del bien común abier - tamente o porque lo han hecho en la complicidad de su silencio- están ahí, a la espera de nuestra capaci - dad organizativa y de nuestra resolución. El riesgo de las elecciones, de estas elecciones, estaba anunciado y no nos debe de llamar a sorpre - sa. Era el riesgo de develar la realidad. Las aflicciones ameritan atención. Demasiado estrés en la vida acaba por desgastar las glándulas suprarrenales, favoreciendo desequilibrios endócri - nos que derivan en enfermedades degenerativas, incapacitantes y mortales. A su vez, tal como sucede con la almibarada y nauseabunda realidad de este - reotipos que nos quieren recetar los medios de co - municación, las dietas azucaradas hasta lo grotesco acaban por degradar las funciones exócrinas y en - dócrinas del páncreas con similares consecuencias, como es el caso creciente de la diabetes, enferme - dad ligada también con el estrés, y a su vez, metáfo - ra de nuestra sociedad actual. Son demoledoras las evidencias acerca del carácter patogénico del des - asosiego, de la desesperanza y de la rabia conteni - da, y las recientes elecciones constituyen sin duda, para muchos mexicanos bien nacidos, una agresión múltiple, no por la impresionante participación de la

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