Número 11

11 Se supone que el pasado primero de julio ele - gimos presidente y otra serie de funcionarios “re - presentativos” en virtud de un proceso en el cual la población decide quién ha de ocupar esos cargos pú - blicos, proceso que devendría una especie de justa cívica que concreta, sintetiza, minimiza o caricaturiza al ejercicio de la democracia. A verdaderamente “duras penas” saliendo de un sexenio de pesadilla que ha significado objetivamen - te un retroceso en el avance de la democracia o de su espejismo, con sesenta y más mil muertos a cuestas, matados de manera por demás atroz (pregúntenos a quienes vivimos en Cuernavaca), nos asomamos a un periodo de incertidumbre, pero tal vez armados con una energía reactiva y saludable que proviene no de los partidos políticos, por cierto, sino de la indig - nación del pueblo o de una fracción numéricamente nada despreciable del mismo. ¿Qué implicaciones epidemiológicas tiene todo este fenómeno? ¿Cómo puede afectar a la salud de la población en términos colectivos la certeza de una burla más, mayúscula, al sentido común y a la sensi - bilidad más elemental? Saliéndonos de un concepto limitado de la salud pública y de la epidemiología como campos estáticos y acotados en manos de funcionarios especializados, estos dominios hoy aparecen crecientemente como terrenos de reflexión y de práctica social cada vez más esenciales. La epidemiología, al analizar la frecuencia y la distribución de las enfermedades en una determina - da población, devela a menudo dinámicas de exclu - sión y desigualdad que demandan acciones y progra - mas de salud pública acordes con esa clarificación. Como lo afirma una placa colocada -o tal vez recolo - cada- en la Escuela de Salud Pública de Santiago de Chile, “la salud pública es la ley suprema”, y lo es en el sentido de que permea, a partir de una definición incluyente de la misma, la vida de las colectividades en su sentido más amplio y trascendente, que refiere además a la esfera de lo vivencial compartido. Y algo vivencialmente compartido es la sensación de millo - nes de mexicanos de ser burlados, o de pretender ser burlados, nuevamente, por quienes se han apodera - do del país y de sus recursos. Por quienes ocupan los medios de comunicación para proyectar la banalidad y la vulgaridad sin límites, por quienes instrumentan el ejercicio de gobierno y las estructuras del Estado para beneficio de intereses mezquinos, por quienes han hecho de la política un repulsivo pantano donde medrar a costa del presupuesto, a menudo escuda- dos por partidos políticos que operan como estruc - turas venales parasitando a nuestra sociedad. Nada nuevo ciertamente. Parecen, las anteriores, expresiones reactivas y emocionales. Lo son. Pero por desgracia no solamen - te son eso, sino que tienen un componente fundado en la experiencia inmediata de millones de mexicanos. Para buena parte de los contendientes y de las estruc - turas que los crean y apuntalan, el asunto de las elec - ciones constituye un ejercicio meramente mercantil. Se trata de comprar la conciencia de la gente, con el voto como una mera letra de cambio en ese proceso comercial. El cinismo ha sido llevado a su apogeo, im - pulsado por recursos tecnológicos y estrategias cada vez más sofisticadas dirigidas a la protección de la im - punidad y a la preservación de un sistema de deshu - manización cada vez más afinado y eficaz. Tuve oportunidad, a propósito de las elecciones, de conocer y colaborar con un representante del Mo - vimiento de Regeneración Nacional, un cuadro im - portante de su estructura en el estado de Morelos. Su compromiso y el de su familia toda con el proceso electoral son a mi parecer ejemplares. Apuestan a un México mejor. Vertidos en un ideal –ese término que para muchos es un simple rasgo de anacronismo o de ingenuidad- conformaron un grupo de trabajo nutrido por jóvenes, amas de casa, profesionistas, trabajadores diversos hermanados por el hartazgo ante la política venal que hemos conocido y sufrido hasta el extremo. Núcleos como ese, como los mo - vimientos indígenas autonómicos y de resistencia y como los generados por los jóvenes del movimiento #Yosoy132 constituyen hoy la esperanza de nues -

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