Número 9
9 ya no son las mismas de antaño, incidiendo negativa - mente en la jornada laboral y los modos de vida. Por otro lado, las condiciones de trabajo se han modifi - cado y solo para algunas categorías de trabajadores calificados acusan algunas mejoras. En lo general, los trabajadores latinoamericanos resienten en el campo jurídico el recorte de derechos otrora conquistados por sus organizaciones y movimientos. En el campo sindical se constata que la huelga como principal for - ma de resistencia responde más a un canon tradicio - nal con menor capacidad de convocatoria, fuerza y eficacia. Los sindicatos resienten una fuerte ofensiva empresarial en connivencia con gobiernos de diver - sos signos ideológicos y políticos. Los llamados go - biernos izquierdistas de la región no han revertido las políticas neoliberales sobre el empleo y la precariza - ción del modo de vida de las clases subalternas. Frente a lo anterior, recuperar la memoria del Primero de Mayo puede coadyuvar a una reflexión que vaya más allá de la actual coyuntura. Recordaremos que por encima de las diferencias ideológicas y culturales que han escindido a las or - ganizaciones y movimientos emergidos de las clases subalternas, se acepta como símbolo general a los mártires de Chicago (1887) y ello tiene mayor actua - lidad; mundializar las preocupaciones, demandas y actos solidarios se llevan bien con la tradición de esta fecha. En menor medida se reconoce su condición de fecha exclusivamente obrera, así como la vigencia y defensa de la jornada de ocho horas de trabajo. La informalización y terciarización de la economía lati - noamericana, aunada a la contracción de los parques industriales, ha modificado sustantivamente la com - posición social de los trabajadores urbanos, convir - tiendo a los obreros industriales en un contingente de menor peso demográfico, sindical y político. El papel de clase directriz en el universo laboral es motivo de controversia, la hegemonía ganada en el curso de la primera mitad de siglo XX, ha sido ero - sionada. La contracción de la tasa de sindicalización ha colocado en la agenda de debate al propio sindi- cato o por lo menos a sus estructuras, vida orgáni - ca y sus tácticas. Estas últimas no se han renovado frente a los desafíos que emanan de la nueva división internacional del trabajo del capitalismo tardío, ni a las necesidades de sus reposicionamientos entre lo local y lo global. Y en lo que respecta a la jornada de las 8 horas, muchos trabajadores ya no la perciben ni la vivencian como un derecho. Esta última demanda surgida de la propia práctica de resistencia obrera a mediados del siglo XIX, cobró especial relevancia ideológica y política al ser aprobada en el I Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), en la ciudad de Ginebra, el año de 1866. Durante las tres últimas décadas, el proceso de flexibilización la - boral al servicio del sector empresarial le ha inflingi - do un duro revés a los trabajadores, arrinconando a la jornada laboral de las 8 horas. En América Latina, a partir de 1890, la praxis obrera del 1° de mayo ha venido siendo objeto de ri - En Venezuela. Foto de Agencia EFE
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