Número 9

13 al mes de haberse realizado la ejecución de los anar - quistas, en el Auditorio del Círculo de Trabajadores se realizó un homenaje, develándose un óleo en me - moria de los líderes muertos. 2 La defensa de los acusados se convirtió en legí - tima contraacusación al Estado y a la burguesía nor - teamericana. El proceso se prolongó hasta noviem - bre de 1887. El día 10 se suicidó Lingg. Al día siguiente fueron ahorcados Parson, Spies, Engels y Fisher. En el último momento se les conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua a Fielden y Schwab. La repercusión de este injusto proceso no sólo provocó reacciones de solidaridad e indignación en los medios obreros, sino que irradió a otros secto - res populares de la sociedad. Intelectuales como el cubano José Martí, en ese entonces radicado en los Estados Unidos, después de un inicial desconcierto y condena a los anarquistas, reaccionó criticando el juicio y el veredicto, ya que había sido fraguados por “esas ligas agresivas de los industriales privilegiados por la parcialidad de la ley”. 3 En los Estados Unidos, el movimiento obrero fue reagrupando poco a poco sus fuerzas y nuevamente promovió movilizaciones, mítines y acciones propa - gandísticas a favor de la jornada de las ocho horas. El 1° de mayo de 1890 los sindicatos adheridos a la Confraternidad Unificada de Carpinteros y Ebanistas, con el respaldo solidario de la Federación Americana del Trabajo, llevaron a cabo una huelga exitosa. La jornada de las ocho horas iba ganando batalla por batalla, según la nueva estrategia de la Federación Americana del Trabajo. Los preparativos para conmemorar por primera vez a nivel internacional el 1° de mayo correspondie - 2 Grobart, Fabio, “El primer 1º de mayo en Cuba” , en El Pri- mer 1º de mayo en el mundo , de AMCEHSMO, México, tomo I, 1983, p. 165 3 Cantón, Navarro, José, José Martí, la clase obrera y el socia- lismo, en El movimiento Obrero cubano, del Instituto de Histo- ria del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, La Habana, Ciencias Sociales, vol. I , 1975, p. 100 ron a las corrientes socialistas adheridas a simpatizan - tes de la Segunda Internacional. Entre los delegados de los veintiún países representados en el Congreso de París participó un delegado socialista por Argenti - na, Alejo Peyret (1826-1902), inmigrante francés que llegó a Buenos Aires en 1852. Su labor como intelec - tual y propagandista de las ideas socialistas en Argen- tina y Montevideo, fue precursora. A través de su re - presentación, el Club Socialistas Vorwaerts de Buenos Aires se enteró de los alcances del Congreso de París. En julio de 1889 se llevó a cabo en París un Con - greso Socialista Internacional, del que surgió la Segun - da Internacional. En este evento se recogió la reivindi - cación obrera de la jornada de las ocho horas, por la que bregó la Primera Internacional y se valoró la signi - ficación histórica y política de los mártires de Chicago. La delegación francesa presentó la iniciativa de simbo - lizar el 1 de mayo de cada año con el contenido obre - ro y la dimensión internacionalista de la epopeya de Chicago. El congreso emitió una resolución por la que consideraba el 1 de mayo como día de la solidaridad mundial de los trabajadores, fecha en la que simultá - neamente se debería reemplazar a los gobiernos de sus respectivos países a reconocer la legitimidad y vi - gencia de la jornada de las ocho horas de trabajo. En los Estados Unidos, el día del trabajo en la tra - dición sindical se descentró del 1º de mayo, para con- memorarlo el primer lunes de septiembre. En los años recientes, los trabajadores migrantes lo han recupera - do y dotado de relevantes tonos de resistencia y soli - daridad latinoamericana hacia dentro y fuera de los Estados Unidos. En cada país de la región, este prime - ro de mayo, ha probado que lo que hay de urgencias para los trabajadores, se ve opacado por los lastres e inercias del: sindicalismo faccional, del politicismo de sus dirigencias o de su incapacidad de reactualización. La hermandad local, nacional y mundial viene conti - nua su crónico y añejo proceso de deterioro. 4 4 Melgar Bao, Ricardo. El movimiento obrero latinoameri- cano I , CONACULTA, Alianza Editorial Mexicana, serie los noventa, México, 1988, pp. 195-209.

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