Número 8

16 “Faltaban los orixás , pero su presencia se intuía en los rostros de los presentes, y en el olor dulzón de la caña de azúcar y de los alimentos guisados, en la acritud de todas aquellas transpiraciones debidas al calor y a la excitación por la gira que estaba a punto de comenzar. Apareció el pai-de-santo, que se sentó junto al altar y acogió a algunos fieles, y a los in - vitados, perfumándoles con bocanadas den - sas de su puro, bendiciéndoles y ofreciéndo - les una taza de licor, como en un rápido rito eucarístico (....) Empezaron los sahumerios que el pai-de-santo- hizo con un turíbulo, en un impenetrable olor a incienso indio con oraciones a Oxalá y a Nossa Señora”. 1 Una década atrás, dos antropólogos, Miguel Morayta y el que este escribe, experimentamos la presencia expansiva de las tradiciones afro religiosas en Santa Catarina, una localidad con relevantes pre - sencias nahuas. Oliendo a caña, perfumes de Oris - has, aromas de sahumerios orientales y dulzonas fragancias de veladoras de frutas cruzadas con las infaltables y envolventes bocanadas de tabaco, fui - mos en diversos momentos ensalmados con los ma - tices seleccionados y aplicados a cada uno, por un respetado y experimentado babalao nativo. Muchos otros pudieron vivir experiencias rituales similares en Amatlán y Tepoztlán, para obviar a la cosmopolita Cuernavaca. Sin lugar a dudas, en el campo religioso la multiculturalidad del siglo XXI ya no es ajena a los escenarios rurales morelenses, tampoco a las simbó- licas marcas aromáticas de sus rituales. I El tema que nos ocupa, queda claro que va más allá de las hierofanías vegetales de que nos habla Mircea Eliade, llámense árbol de la vida, árbol cósmico, árbol de mayo, etc., 2 aunque se aproxime a ellas desde sus 1  Eco, 2002:275-276 2  Eliade, 1984: 32,246-298 márgenes y atributos simbólicos. Este tiempo floral y aromático muy morelense que transita entre fines de septiembre y principios de noviembre, es decir entre la flor de pericón y la flor de cempasúchil o cempoalxóchitl, es propicio para tal reflexión. Tiem - po de San Miguel, los muertitos y las deidades su - mergidas de la Xochiquetzal, la Xochipilli y hasta de la Coatlicue, para ir a la búsqueda de más olores. Los aromas y humos son equivalentes en el pro - ceso ritual religioso, de allí en parte se explica su complementaridad y secuencialidad. Aromas y hu - mos -léase también vapores- , comparten a su ma - nera, su propia levedad y ascenso hacia el territorio de lo alto donde moran los dioses, aunque de otro modo puedan también comunicarnos con las deida - des del inframundo. Aromas y humos son los simbó - licos transmisores de plegarias y agradecimientos, aunque también pueden expresar las señas de una revelación o presencia de lo sagrado y aún de lo de - moníaco. En su plano más terrenal, aromas y humos emergen de su una próxima materialidad, la cual alimenta sahumerios y ofrendas florales o gastronó - micas. Y aquí la oposición entre lo crudo y lo cocido Pai de Santo. Foto de Igo Bione

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