Número 6

48 bióloga Margarita Avilés, Carlos Gómez y una serie indispensable de valiosos jardineros, como don Luis Ramos, ya fallecido, don Andrés Mendoza y don Pablo Catalán, entre otros. Su trabajo no hubiera sido posible sin el aporte generoso de numerosos curanderos y parteras, sin el marco institucional del INAH, sin el apoyo de sus ayudantes y, por supuesto sin su tesón inacabable, reflejo de una convicción interna, que a fin de cuentas forma parte también de su legado para nosotros. Ese legado nos obliga a recordar la actualidad de los postulados planteados por Baytelman en torno al sentido y la orientación del Jardín y del Museo de Acapantzingo, centrados en un claro co - metido de beneficio público. Lejos de proyectar un mero espacio de instrumentación para el turismo -y sin con ello satanizar al turismo- el Jardín y el Museo fueron concebidos como instancias de bien común, como espacios de investigación, conserva - ción y difusión de esa parte del patrimonio cultural de nuestro país constituido por los saberes y recur - sos de la medicina tradicional. No era la suya una cuestión de simple coleccionismo, ni el mero im - pulso de colocar peculiaridades en una vitrina, sino el estudio formal de las representaciones, prácti - cas y recursos puestos en juego por la población, como expresiones de un proceso civilizatorio, en el interés por validarlos, proyectar su pertinencia y optimizar su potencial. La perspectiva amplia de Baytelman se refleja en el planteamiento que fundamenta al Proyecto Etnobotánico por él propuesto, en líneas que se nos revelan como plenamente vigentes hoy, e in - cluso parecen moderadas ante el neoliberalismo actual, ante el negocio de los seguros, ante la co- mercialización de la atención médica, ante las fic - ciones sanitarias gubernamentales como la del se- guro popular que, ni seguro ni popular, condiciona la atención a ciertas enfermedades y deja a otras sin cobertura: Beco Baytelman y don Sergio Méndez Arceo

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