Número 6

46 de incuria: en otros tiempos, los encargados de la bi - blioteca decidieron tirar a lo baboso –o digámoslo técnicamente- despatrimonializar la documentación depositada ahí sobre el movimiento del 68, entrega - da por el desaparecido colega Pablo Mayer, así como parte del material etnográfico del antropólogo Luis Miguel Morayta. En la reflexión que acompaña un aniversario más de la presencia formal del Instituto Nacional de An - tropología en el estado de Morelos, no pueden pa- sar desapercibida la génesis del Jardín Etnobotánico y del Museo de Medicina Tradicional y Herbolaria ubicados en Acapantzingo. En esa reflexión y a pro - pósito de la jurisdicción del INAH en su ámbito de competencia, que es la investigación, conservación y difusión del patrimonio cultural, se puede ver que el Instituto, en un pasado no tan remoto, alcanzó a jugar con firmeza su papel como garante del interés común ante algunas pautas que ameritan atención, porque denotan la tensión persistente entre el co - metido del INAH y otras perspectivas existentes so - bre el patrimonio cultural. En la historia del Instituto han existido proyec - tos de investigación que con el paso de los años y la magnitud o la naturaleza de los temas y problemas de que se ocupan, se van convirtiendo progresiva - mente en programas de continuidad que rebasan las expectativas iniciales de una investigación acotada temática y crono - lógicamente. Tal es el caso del Proyecto Etnobo - tánico iniciado por el investigador Ber - nardo Baytelman a mediados de los años setenta, en el estado de Morelos, y cuya sede se ubicó desde su inicio en el actual recinto del INAH en el barrio de Acapantzingo, incluso antes de que sus oficinas administrativas se establecieran ahí años después. Conocí a Bernardo Baytelman en 1977, en su oficina, ubicada entonces en el Museo Cuauhnáhuac. Afable y sin los atropelladores apremios hoy en boga, Baytelman explicaba vívidamente el objeto de tener al lado de su escritorio palas e implementos diversos de jardi - nería. Aun no se establecía en la antigua casa del Olindo en Acapantzingo, donde sin embargo había ya iniciado el desa - rrollo de un jardín etnobotánico como expresión tangible y como resultado del proceso de investigación de campo que Beco Baytelman en las oficinas del INAH en Acapantzingo

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