Número 6

30 samiento y en sus actos. Tratar de escaparse es casi como erigirse en una Paradoja de Epiménides, como sin algún intelectual desde un contexto económico y político de enunciación implícito pudiera afirmar que “todos los intelectuales carecemos de valores en la práctica científica”. La sociedad crea y sostiene intelectuales a través de instituciones, estos se encargan de investigar y cuando el investigador se integra a un grupo acadé - mico en funciones con tremendas presiones de gru- po y una pesada burocracia encima que se impone para la producción “científica”, estos terminan por integrarse a lo que Kuhn (1971) llamaría la “ciencia normal”. En este proceso se elaboran complejos fac- tiches 2 que eventualmente darán sustento “científi - co” a creencias socialmente aceptadas y altamente valoradas. Esto puede observarse no sólo en la apli - cación tecnológica en la cotidianidad donde usamos gadgets , artefactos, maquinaria, medicamentos, etc., sino también en la asumpción de discursos socio-históricos desde libros, artículos, noticias en prensa, museos, bibliotecas, etc. asumiendo que se trata de “consumos” seguros tanto de tecnología como ciencia aplicada, así como de discursos sociales e históricos. Los factiches cuando se elaboran como medida última e insuperable de acceso a la realidad, como un producto de la labor científica fetichizada como nueva religión, dogmática, se convierten en factiches . El proceso deriva desde los laboratorios, desde los cubículos, desde el proyecto museográfico, desde la zona arqueológica con visita pública que en general mueven desde esta dimensión, a la sociedad (cfr. Latour 1983 y 2009). Sin embargo, los factiches como elemento de la ciencia normal no son en realidad el fin último de la Ciencia y del quehacer de los intelectuales, éste sería el de una Ciencia que se mantiene permanentemen - 2 La palabra factiche que usamos es una traducción análo- ga, a la categoría elaborada por Latour para la idea del facto fetichizado usado por los científicos que en inglés ha queda- do como factish (Latour 2009). decir, las ideas rectoras fundamentales que orientan el deber ser social , y que resuelve parcialmente en el pensamiento la sociedad a través de sus intelec - tuales, se encuentran siempre en referencia a la po- sición ético-política y económica que el intelectual adopta a pesar de que éste presuma asepsia de va - lores de este tipo. Los intelectuales no viven al mar - gen de la sociedad, no logran nunca esa pretendida “incorruptibilidad” para alcanzar la llamada “ciencia pura”. El intelectual siempre se sitúa inmerso en un orden social donde su campo práctico se encuentra permanentemente bajo las fuerzas de una económi - ca y una política, bajo principios tácitos o explícitos de carácter ético, y éste plantea posturas frente a lo que le rodea, siempre ejerce valores en su pen - Max Weber. Foto del archivo Hulton/Getty Images

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