Número 5

31 garon a conseguir una cesión de pequeños terrenos por parte de los nuevos propietarios, en cambio por la antigüedad de sus servicios. Los huitzileños que se ubicaron dentro de los fraccionamientos buscan ser reconocidos como colonos, negociando su incor - poración y sus cuotas con tareas y servicios (manejo de las redes de agua, vigilancia, limpieza, alumbrado, etcétera). En los ámbitos festivos, se ha revelado que el legado zapatista ha sido recreado en el imagina - rio de los huitzileños de abajo, bajo la forma de una esperanza milenarista en el retorno del General y el reparto de las propiedades de los fuereños. 19 Los po- sicionamientos de los huitzileños frente a los colonos y sus propiedades, le otorgan mayor coherencia a esta lectura postzapatista. Desde el mirador de los nativos interesados en la preservación del monte hay posturas dignas de ser rescatadas. Los mayores, conocedores empíricos de los ecosistemas que los circundan, sostienen que el ciclo reproductivo natural de los árboles fue afecta - do por la extracción de tierra de monte y hoja para abastecer las necesidades de los viveros y jardines de las nuevas urbanizaciones de Cuernavaca, Ciudad de México y Acapulco enlazadas por el circuito carretero y de transporte. Coadyuvó negativamente en la frac - tura de este ciclo arbóreo el desarrollo de un tipo de zacate muy difícil de remover, considerado negativo por los lugareños. El señor Gulfrano García, 20 vecino de Huitzilac, afirmaba –en vida– que la campaña de reforestación estaba condenada al fracaso si no iba precedida de una labor de limpieza del zacate y de medidas comunitarias y estatales en favor de la pre - servación de la tierra de monte en los lugares selec - cionados para tal fin. Agregaba que las plantas selec - cionadas para la reforestación no tenían el tamaño suficiente para sobrevivir a la estación de secas. La tala indiscriminada aunada a la extracción y comercialización de la tierra de monte afectó a su 19 Embriz, Arnulfo, 12/1994, comunicación personal. 20 Entrevista a don Gulfrano García, Huitzilac, 13 de mar- zo de 1999. vez a la flora y fauna, contrayendo las prácticas de caza de venados, armadillos, conejos, gallinas de monte y tlacuaches, así como la recolección de plan - tas medicinales y de hongos comestibles. Los corre - dores alteños en que se desplazan las trocas para cargar la madera y la tierra, comenzaron a ser uti - lizadas para mercantilizar también bienes culturales de origen prehispánico. Don Gulfrano evocaba con sentimiento comunitario de pérdida, cómo habían ido desapareciendo las piedras labradas en lo que él definía como la zona originaria del asentamiento prehispánico, relativamente cerca del CBTIS. Ade - más, nos mostraba cómo eran extraídas impune - mente las piedras de una pirámide y los tecorrales prehispánicos para comercializarlos o reutilizarlos en la construcción de sus propias viviendas. La colonización inmobiliaria del monte se de - sarrolló a contracorriente de los formales dominios ejidales y comunales, facilitada por la venalidad o subalternidad de los representantes municipales y de los comisariados. Unos vendieron terrenos y otros –fraccionadores y particulares– los compraron sin preocuparles si tendrían sobre ellos derechos de posesión y usufructo temporal o ejercicio relativo de su propiedad. El proceso de desarrollo de los asentamientos humanos La población municipal ha seguido el siguiente ritmo de crecimiento demográfico en los últimos setenta años: en su primer período pasó de 2,085 habitantes en 1930 a 4,238 en 1960, doblando literalmente en tres décadas su población; luego, en la fase de des - pegue urbanizador la población pasó en el lapso de dos décadas de 6,010 habitantes en 1970 a 10,573 en 1990, y después, de 15,184 en 2000 a 17,340 en 2010. 21 La tasa demográfica debe ser valorada por su impacto debido a la media de su posesión territorial y de sus usos, que es elevada en las zonas campes - tres. Un diagnóstico del año 2000 sostenía que: 21 INEGI, Censos: 1930, 1960, 1970, 1990,2000 y 2010.

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