Número 5
28 denunciado por un medio periodístico. 9 Otra veta depredadora del monte siguió la lógi - ca no previsible de los incendios forestales inducidos o espontáneos, grandes o pequeños. Los incendios realizados a pequeña escala, siguiendo las tradiciones de tumba, roza y quema se desvinculan cada vez más de la agricultura, articulándose a las estrategias de la urbanización campestre. Éstos son frecuentes en la periferia y en los terrenos baldíos de los propios frac - cionamientos, a fin de legalizar la tala para la provisión de leña y tablas. En la década de los ochenta, los con - tados pastores itinerantes de cabras, ganado bovino y vacuno, realizaban la quema de pasturas silvestres en tiempos de secas para facilitar la renovación del fo - rraje durante el ciclo de lluvias. Se estima que todavía en los años sesenta, los hatos de los pastores podían llegar a las 2 mil cabezas y pagaban una contribución municipal para pastorear en las zonas de agostadero. 10 La agricultura subsiste, pero ha perdido terreno frente a las prácticas depredadoras del monte. Las actividades agrícolas ocupaban a 1,124 personas, re - presentando al 42.3 por ciento de la Población Econó- micamente Activa (PEA) municipal y explotando 2,118 hectáreas de temporal. 11 La expansión del cultivo de avena forrajera fue beneficiario de la tala indiscrimi - nada y encontró su techo al inicio de este siglo. Las fluctuaciones de la superficie en hectáreas cultivadas fueron: 1,124 (2000), 1,463 (2001), 1,188 (2002), 1,285 (2003), 1,299 (2004) y 1,199 (2005). 12 En cambio, el desplome del cultivo del maíz en el mismo periodo, resiente los estragos de la política neoliberal y el aban - dono del campo: 488 hectáreas (2000), 637 (2001), 337 (2002), 148 (2003), 550 (2004), 165 (2005). 13 9 “Hace falta una campaña en beneficio de los bosques del estado Morelos”, Presente (Cuernavaca) núm.40, 4 de octu- bre de 1959, p.2. 10 .Ibíd., 20. 11 INEGI, 1992. 12 Secretaría de Desarrollo Agropecuario del Gobierno del Estado de Morelos, Estadísticas Agropecuarias, 2000-2005. 13 Ibíd. de la demanda de carbón. Este proceso, con algu - nas décadas de retraso, ha sido reseñado para el poblado de Huitzilac en 2001. 6 La sostenida práctica depredadora del bos - que, si bien revela como principal actor a los nú - cleos de poder mercantil y político criollo-mestizos y extranjeros, no exime la complicidad a algunos lugareños,� � ��� ��������� ���� �������������������� no obstante sus condiciones margina- les y subalternas de existencia. El hecho de que los huitzileños se hayan dedicado a talar el bosque en función de los cánones de la voraz modernidad criollo-mestiza, indica de alguna manera la coloni - zación de su propia cosmopercepción cultural so - bre el entorno natural. Los campos pelados y yer - mos de Tres Marías y Fierro del Toro no fueron los únicos, aunque sí muestran las más añejas huellas de la deforestación. Otros claros productos de la tala inmoderada están esparcidos desde Zempoala hasta Coajomulco. En el año 2000 el diagnóstico forestal descubrió que al norte de Coajomulco se ubicaban unas 500 hectáreas “totalmente defores - tadas, sin ningún uso posible”. 7 La deforestación tiene que ver también con medidas preventivas frente a las temibles plagas arbóreas. En 1959, entre los kilómetros 56 al 65 de la carretera federal México-Cuernavaca, varios pi - nos fueron atacados por el coleóptero barrenador, por lo que se procedió a aplicar la llamada “hacha sanitaria”, 8 favoreciendo la especulación de terre- nos de los fraccionadores campestres, según fue 6 Lira Medina, Holguer, “Memorias de una identidad cam- biane. Huitzilac desde la perspectiva de la vida cotidiana observada en sus habitantes mayo-octubre de 2001”, en Hui- tzilac en la historia de Rodrigo Moreno Gutiérrez y Leonar- do Salinas González (Coordinadores), México: Fyl/UNAM- H.Ayuntamiento de Huitzilac, 2002, p. 26. 7 Polanco Jaime, Alejandro et al, Diagnóstico Productivo del Municipio de Huitzilac, Morelos, México: Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM, enero de 2000, p.56. 8 “Entra el hacha sanitaria en la Sierra de Huitzilac”, Pre- sente (Cuernavaca), núm. 28, 12 de julio de 1959, p.2.
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