Número 5

26 Ricardo Melgar Bao 1 L a gran mayoría de los habitantes de la ciudad de Cuernavaca, pero también de los asentamientos alteños de Huitzilac y Tres Marías, hemos naturaliza - do el proceso de urbanización del monte y le hemos conferido sentidos positivos, desechando las adver - tencias y recomendaciones ambientalistas. Las sucesivas crisis económicas que vivieron las comunidades y ejidos asentados en ese gran segmento de monte ubicado en el hinterland rural de la ciudad de Cuernavaca, generaron condicio - nes propicias para la alteración del uso del suelo y la depredación ambiental. La tala indiscriminada para abastecer las demandas de las empresas ma- dereras y de papel como la Loreto y Peña Pobre en la Ciudad de México, así como para la producción carbonífera, ingresó a condición crítica a mediados del siglo XX. Media centuria de explotación fores - tal indiscriminada cambió la fisonomía del paisa - je, significando la pérdida de recursos naturales y afectando la recarga de los mantos acuíferos, así como el abasto urbano de agua. En Huitzilac como en Tepoztlán, la disputa por el cambio del uso de suelo y por el agua se ha vuelto crónica desde los años setenta, entre comuneros y vecinos de los fraccionamientos campestres, particularmente de los que financiaron sus respectivas redes de abas - to de agua del arroyo Las Trancas en el estado de 1 Mi agradecimiento a la bióloga Norma L. Lorenzana Mar- tínez por su apoyo en la digitalización del texto y sus perti- nentes sugerencias, al Dr. Paul Hersh y a la etnohistoriadora Perla Jaimes por sus atinados comentarios y correcciones. México. La disputa reproduce de otros modos, lo que se vivió entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado en Ahuatepec y que la escritora Elena Garro registró en páginas periodísticas elocuentes. Pueblos y territorios alteños tienen historias pa - recidas que merecen ser rescatadas y discutidas. Veámonos ahora en el espejo de Huitzilac. La disputa por el Monte y sus recursos La geografía al servicio del poder, la propiedad y el capital afectó la unidad de lo real, tanto de los ecosis - temas como de las redes de reciprocidad intercomu- nitarias. A la tierra no sólo se le convirtió en mercan - cía, sino que se le delimitó en segmentos continuos y presuntamente unitarios, con base en criterios de formal linealidad. También fueron delineadas las fronteras o límites municipales y del propio estado de Morelos. 2 Los urbanistas, los ingenieros, los ar - quitectos, los topógrafos y los militares celebraron y celebran las líneas; ellas modelaron los mapas, los registros de propiedad, orientando a los notarios en la elaboración y certificación de los contenidos de las escrituras, los fueros del poder, la propiedad y el capital. Por lo anterior, la colonización euclidiana del imaginario social merece ser interpelada, criticada, tanto como nuestra divinización del paradigma ur - banocéntrico. Los saberes comunitarios que todavía subsisten, así como los enfoques transdisciplinarios no ofrecen otros horizontes de sentido. No es novedad decir que el municipio de Huitzilac ha alterado su perfil espacial de manera sustantiva, ya que sus áreas boscosas se han contraído sensible - 2 Lomnitz-Adler, Claudio Ob.cit. p. 104. Cuernavaca y la urbanización depredadora del monte

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