Número 1
7 112.20 km 2 , es decir, el 59 %de la superficie munici - pal está constituida por cerros y “zonas abruptas y accidentadas, las zonas semiplanas abarcan 66.56 20 km 2 , aproximadamente un 35% de la superficie mu - nicipal y las zonas planas representan 11.41 20 km 2 , el 6% restante del espacio municipal, según reporta el diagnóstico de Alvarado y otros en 1989). Recor - daremos que este espacio de bosque, lomas y cerros, incide en la fisionomía demográfica de los pueblos alteños así como en sus peculiares modos de asenta - miento y en sus prácticas culturales. En las represen - taciones iconográficas de los títulos primordiales de Coajomulco, cerros y árboles son referentes ostensi - bles. Reconsiderar los bajos volúmenes demográficos que algunos autores significan a las poblaciones de asentamiento disperso, cuya economía incorporaba el sistema agrícola de tumba, roza y quema (Wolf y Palerm), nos sugiere explorar algunos indicios que han marcado con matices, la memoria de otros tiem - pos en las localidades de Huitzilac y Coajomulco. La tradición letrada y las imágenes La mirada antropológica sigue siendo deudora de una lectura ingenua de las fuentes que dan cuenta de la tradición y de la modernidad, no solo porque las opone con exceso, sino porque sobredimensiona el peso de la oralidad, es decir, la palabra presunta - mente virginal de sus informantes. La mayoría de ve - ces, las huellas de los tlacuilos quedan fuera de las pesquisas de los etnógrafos, hayan existido o no. La mirada antropológica, olvida con facilidad los viejos anclajes de la cultura letrada. En el curso de los siglos XVI y XVII florecieron los títulos primordiales que ce - losamente guardaron los pueblos originarios, nahuas o no y suscitaron lecturas endógenas y reinterpre - taciones comunitarias. Fuera de ello, parece que no existiese para muchos de nuestros colegas, más que un tiempo cultural marcado por la más prístina orali - dad, el presente. El cambio cultural refiere pues, distintos mo - mentos del eslabonamiento entre las tradiciones orales y la cultura letrada en Coajomulco. En lo ge - neral, consideramos que el encuentro de los pueblos originarios con la cultura letrada moderna, no puede ser restringido a su acceso contemporáneo al univer - so de la lectoescritura, quedando negado para los pobladores adscritos bajo la categoría de analfabe- tas. Para los censos del siglo XX, este es un indicador parcial del impacto de la cultura letrada en los pue- blos, como lo es también el referente censal de edad, género y escolaridad. Los datos censales anteriores a 1990, refieren municipio y por ello sólo dan una idea aproximada sobre el panorama educacional de la ca - becera municipal y las localidades. Las cifras de mediados de los noventa daban la siguiente correlación para pobladores de 6 años o más en Coajomulco: 845 alfabetas contra 1123 anal - fabetas (23.7%) (INEGI, 1995). En el sexenio 1990- 1995, el analfabetismo a nivel municipal se incre - mentó al pasar de 5.26% al 8.34% (Oswald, s/f: 30). El Censo de 2010 maquilló las cifras del analfabetismo al pretender haber disminuido sus tasas, registrando un total de 86 analfabetas mayores de quince años, 18 varones y 68 mujeres. No es el único caso de ma - quillaje formal del censo. El evidente analfabetismo funcional y las marcas de la disglosia en el habla en Coajomulco no sólo contrarían el modelo educativo y su vocación integracionista, toda vez que los saberes locales se reproducen fuera y a contracorriente del sistema escolar, reafirmando su identidad. La mo - delación de una nueva intelectualidad nativa a que le no le es ajena la escritura ni la memoria local, ni la lengua de sus ancestros, viene redefiniendo sus
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