Número 1
18 fuerzas democráticas, progre - sistas, populares y antiimpe - rialistas de la región, por las importantes luchas y los avan - ces obtenidos a lo largo de la última década, “que hacen de esta parte del mundo uno de los más destacados polos de resistencia antiim - perialista y escenario de búsqueda de alternativas a la hegemonía imperialista, de lucha por la soberanía nacional y el progreso social”. Esta declaración tiene similitudes con otra adop - tada por el Décimo Seminario Internacional sobre los Problemas de la Revolución en América Latina, que tuvo lugar en el 2006 en Quito, Ecuador, en donde se afirma: “En todas estas acciones la clase obrera recu - pera su espacio de fuerza fundamental del proceso revolucionario, el campesinado, los pueblos indíge - nas y negros y la juventud se destacan por su comba - tividad y participación masiva en la lucha, negando en los hechos el discurso que pretendió prosternar la acción de la clase obrera al surgimiento de ‘nuevos actores sociales’. El proletariado, histórica y estraté - gicamente, nunca perdió su papel de fuerza funda - mental del proceso revolucionario.” 26 En la declaración final del Doceavo Encuentro Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros, que tuvo lugar esta vez en Sudáfrica en diciembre del 2010, encontramos una solitaria frase que asien - ta: “En estas luchas, las aspiraciones legítimas y pro - gresistas de los pueblos indígenas en defensa de sus culturas, lenguajes y ambientes tienen un rol impor - tante,” misma que trasluce nuevamente la misma ofuscación ideológica, ahora condescendiente, ya que omite que son estos pueblos precisamente de los pocos sectores sociales que hoy están dando una lucha sin cuartel no sólo contra las fuerzas represivas y contrainsurgentes de los Estados, no sólo contra las corporaciones mineras, madereras, turísticas, priva - tizadoras del agua, y contra los empresarios del nar - cotráfico, sino también en contra de las prácticas ex - tractivistas y desarrollistas de gobiernos progresistas como los de Brasil y Ecuador y de proyectos similares en otras partes de América Latina 27 . Estos documentos remiten en sus omisiones y comisiones al obrerismo, posición que tanto daño ha hecho a los procesos revolucionarios en el mundo entero y que parece ser un lastre difícil de abandonar por los partidos que se reclaman comunistas y obre - ros y promueven –en los hechos– una perspectiva jerarquizada de la lucha social. Ya en 1986, Leopoldo Mármora definía este fe - nómeno que en el terreno de la política se expresó en atribuirle al proletariado misiones históricas que sobrepasan sus posibilidades reales. “Ni las ‘masas obreras’ ni el ‘partido del proletariado’ están en condiciones de ser –como tales– portadores de los intereses globales de la sociedad. El proletariado tiene y conservará siempre intereses de clase parti - culares y propios” 28 . Una lucha contra hegemónica –afirmaba este autor– es una tarea nacional popu - lar que desborda a la clase obrera y no puede ser depositada en un destino histórico exclusivo de esa clase. Esta lucha, necesariamente, tendrá que ser el resultado de un movimiento democrático y social - mente heterogéneo de masas. Mármora señaló el peso de esta herencia en los movimientos socialis- tas que consideraron a la burguesía liberal y al pro - letariado moderno como los únicos sujetos sociales posibles y necesarios de todo cambio real. Adolfo Sánchez Vásquez señaló al respecto: “Finalmente entre las tesis o concepciones de Marx y del mar - xismo clásico que hay que abandonar, al ser des - mentidas por el movimiento de la realidad, está la relativa al sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera sea el sujeto cen - tral y exclusivo de la historia, cuando la realidad
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=