Número 1
16 participativa y relaciones con la naturaleza sustenta - bles tras-generacionalmente, van de la mano de en - foques que mantienen que los indígenas deben ser integrados , ya sea al espejismo de la falsa moderni - dad del mercado o a los proyectos vanguardistas y obreristas que han llevado a desviaciones y errores políticos graves a los movimientos democráticos, re - volucionarios, e incluso de signo socialista. Una de esas perspectivas parte de observar el mundo indígena desde la exterioridad del nosotros de las nacionalidades, como productos del mestizaje biológico y cultural impuesto con violencia por los gru - pos oligárquicos; en casi todos los países latinoame - ricanos, esas nacionalidades mayoritarias se sienten dueñas de la historia, de la simbología nacional y del territorio, e incluso del futuro, y refieren a las entida - des étnicas diferenciadas como “nuestros indígenas” , a quienes hay que guiar, rescatar, salvar o redimir. En la mayoría de los países de Nuestra América, los pueblos originarios y afro-descendientes no fueron reconocidos como tales en los marcos constituciona - les, y sus movilizaciones, resistencias e incluso rebelio - nes armadas obligaron a los Estados y las sociedades a descubrir lo que había existido “oculto” –durante dos siglos de vida independiente– bajo las miradas racistas de los grupos dominantes de criollos y mestizos: el ca - rácter multiétnico, pluricultural y plurilingüístico de la mayoría de las naciones latinoamericanas. Pese a los avances relativos logrados en el plano de la formalidad constitucional y legal, tanto en los ámbitos nacionales como internacionales, las prácti - cas discriminatorias, segregacionistas y excluyentes hacia miembros de los pueblos indígenas y afro des - cendientes son parte de la cotidianidad latinoameri - cana. La campaña en México contra la discriminación en la educación que se ofrece a los pueblos indígenas ha denunciado la exclusión de estudiantes indígenas de primaria por parte de autoridades de escuelas, quienes incluso conminan a los padres a cambiar a otra institución escolar a sus hijos, quienes también sufren las burlas y los acosos de sus propios compa - ñeros de aula. 19 Pero también en el plano de la construcción de nuevas alternativas y proyectos de socialismo del si - glo XXI, los indígenas siguen siendo subsumidos en categorías que los observan en el pasado de la gens, del comunismo primitivo , del buen salvaje de la revo- lución que requiere ser incorporado a la modernidad de las luchas en las que es convocado como aliado subalterno y testigo etnográfico del verdadero acon - tecer de la historia . Precisamente uno de los factores –entremuchos– de la implosión y desaparición de la Unión Soviética fue el abandono por parte del estalinismo de las polí- ticas leninistas en torno a las etnias, nacionalidades y naciones oprimidas, siendo precisamente esta grave desviación de Stalin, todavía en vida de Lenin, la que provocó la ruptura definitiva entre el dirigente prin - cipal de la revolución y el secretario general del par- tido. 20 La rusificación, el traslado forzado de grupos nacionales, el centralismo rígido, cambios inconsultos de fronteras en las repúblicas federadas y la represión como política de Estado conformaron la realidad esta - linista de la llamada cuestión nacional. 21 Durante los primeros cuatro años de la revo - lución sandinista, el gobierno se involucró en un grave conflicto, incluso armado, por la falta de un programa específico en la cuestión étnico-nacional por parte del FSLN previo al triunfo en 1979 y por el desconocimiento y los errores de apreciación de sus cuadros políticos enviados a la Costa Atlántica sobre los fenómenos étnicos de la región. Perspectivas que pugnaban por la proletarización de los misquitos, por el poblamiento planeado y masivo de esta región por nicaragüenses del Pacífico, por la negativa a conside - rar a las etnias costeñas como pueblos, aunado a la carga histórica de etnocentrismo de sectores impor- tantes de la nacionalidad mayoritaria, provocaron un desencuentro que trajo consigo una resistencia ar - mada con base social, aprovechada por las fuerzas de la contrarrevolución y el imperialismo. 22 Es necesario asumir críticamente toda la herencia eurocéntrica que subyace en el concepto de “pueblos sin historia”, aplicado para aquellos que no se adecuan
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