Número 1

10 pared del auditorio anexo a la ayudantía municipal. El grafito político de la campaña electoral de 1994 dejó algunas huellas un tanto desgastadas de sus fi - liaciones: Frente Cardenista, PRD. También se podía leer una añeja pinta contra el Comisariado de Bienes Comunales por presunta venta de terrenos a particu - lares. En la vereda que sube y da acceso a la derruida capilla de El Calvario se podía leer, por esas mismas fechas, en una penca de maguey, un texto explíci - to de petición de daño a una familia por presuntos agravios. La dualidad de este derruido espacio sagra - do, en que el bien y el mal son asumidos como dones y promesas, miedos y contentos a través de ofrendas y rituales visibles o encubiertos, la palabra y la escri - tura convergen episódicamente. Este campo escritu - ral público, dice sobre la contemporaneidad cultural de San Buenaventura Coajomulco. Sin embargo, hay otras huellas escriturales sobre los espacios arquitec - tónicos que marcan hitos de la historia del pueblo: “El 22 de diciembre de 1924, ce empezo esta tore y se acabó el 1° de abril de 1925 ciendo Fiscal: Francis - co Millan”, reza un letrero pintado en recuadro en el lado izquierdo de la fachada de la capilla. Doble me - moria de la escritura en castellano por los muchos sentidos que porta. La oralidad viene cobrando nuevos atributos de cara a los registros magnetofónicos y de video que vienen practicando por lo menos una treintena de jóvenes coajomulquenses. Ellos privilegian como objetos de registro los rituales familiares (bautizos, fiestas de quince y diecisiete años, bodas), que se extienden a redes sociales mucho más amplias, que abarcan a personas residentes en diversos pueblos o ciudades como Cuernavaca y el Distrito Federal. De los rituales comunitarios, los jóvenes seleccionan como sus principales objetos fílmicos los de carácter cívico (15 de septiembre, 20 de noviembre), especial - mente los jaripeos, aunque estos pueden acompañar a una fiesta religiosa de alta gravitación simbólica, como la celebración del 15 de julio, día de San Bue - naventura, santo patrón del pueblo. Estos registros fílmicos, a los que habría que agre - gar que los magnetofónicos y fotográficos, que emer - gen desde el seno de la propia comunidad, constitu - yen un inestimable campo cultural donde confluyen la memoria y la identidad; al cabo de unos cuantos años, podremos valorar sus reales consumos transgenera- cionales y su gravitación sobre la continuidad de algu - nas de las tradiciones coajomulquenses. Un pequeño número de pobladores tiene acceso a los dos textos referidos. El de Dubernard fue propor - cionado por un sacerdote franciscano, interesado en abrir puertas de acceso a los controvertidos títulos de Quahxomulco, al que se suman cinco fotocopias que nosotros hicimos circular entre los que en 1999, cum - plían como fiscales sus obligaciones religiosas. La tesis anteriormente aludida fue entregada por la autora a la ayudantía municipal para consulta de los pobladores, más una copia de la misma entregada por nosotros al señor Marino Cedillo, nativo de Coajomulco, quien viene redactó y publicó a primera historia de su pue - blo, no será la única, existen otras miradas, otras ma - neras de asumir la tradición y el futuro. Cerrando líneas Los antropólogos e historiadores no siempre somos conscientes de nuestra inserción en los espacios co- munitarios como agentes de cambio cultural, sumán - donos con matices a los papeles cumplidos diferen - cialmente por doctrineros y maestros del siglo XVI al presente. A pocos días de finalizar el siglo XX, cons - tatamos una nueva orientación en el proceso de re- configuración de la tradición y la identidad coajomul - quenses, a través de nuevos ejes de eslabonamiento entre los modos de comunicación cultural, la cual ha persistido y madurado. En lo que va del siglo XXI; los nuevos liderazgos comunitarios han multiplicado sus textos, sea para hacer memorias o formales peticio - nes de grupos de interés o más amplios, a favor de la comunidad en pleno. También han renovado sus modos de producir imágenes y símbolos en tiempos de crisis. Los coajomulqueños han asumido sus pala - bras, sus escrituras y sus imágenes, se saben diver - sos en la unidad e identidad comunitaria.

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