No. 63, Octubre-Diciembre

Estimado Ricardo

Ciudad de México a 20 de septiembre  2020

Estimado Ricardo

siempre me recordaste el Poema de Cesar Vallejo
Solía escribir con su dedo grande en el aire
«¡Viban los compañeros!

Te extraño y te admiro. Extraño tu fortaleza, tu risa, tu jaraneo. Tus enseñanzas, viejo lobo de mar.

Ricardo cómo no recordarte a diario, si vivimos muchas aventuras juntos, como no tenerte presente en tus enseñanzas como antropólogo, como amigo y maestro, pero  lamento no  haberlas  aprendido bien. Y como no tenerte presente si aun andas por aquí en el recuerdo de cada uno de tus alumnos y en cada una de las cosas que impulsaste, la enseñanza y la academia, la lucha y la amistad, la alegría y el respeto aun a las cosas en las que no creías.


Hilda Tísoc y Ricardo Melgar, 1977. Foto: Archivo familiar

Estimado y querido Ricardo te escribo esta carta, aunque la escribo y la pienso, a veces no sé qué decirte. Te escribo y te veo como escuchando, acompañado de Hilda y de cada uno de tus hijos.

Te recuerdo en Montebello, con Hilda, Emiliano y Dahil. Escucho tu voz hablando al Miyito, a la Dasha a Hili y hasta el Hunter. Recuerdo los días en tu casa, tomando té o pisco o algún aguardiente o cerveza, comiendo, la comida peruana de Hilda, el pan de acelga, los anticuchos, la sopita china, el queso menonita que tenía mucha cera y no te gustaba. Te recuerdo platicando, jugando y sobre todo trabajando en esa enorme biblioteca en los bajos de tu casa.

Te recuerdo en las celebraciones y en los ritos de paso de mis hijas Adriana y Marta, que se convirtieron en los ritos de Emiliano y de Dahil y ahí nos hicimos familia, ahí celebramos  los caminos que cada uno  seguiría. Ahí sus juegos se convirtieron en los lazos que los llevarían a fortalecer, a tener sus amigos del bosque.

Querido Ricardo no puedo dejar de recordar a tantos amigos celebrando la vida junto a ti. Creo que debo reconocer la gran autoridad docente que fuiste durante mi formación como antropologuito, lamento mucho no haber sido un buen alumno, Sin embargo, en mis tiempos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, tu querida ENACH,  como tu le decías a la ENAH,  fuiste determinante para un grupo de  muchachos, hoy  jóvenes sesentones, Carlos González Herrera, Alejandro Pinet, Ricardo León. Salvador Álvarez, Carlos Garma a los que convertiste en unos militantes de la antropología y de la historia; los convertiste en algo parecido a ti y por eso los llamaron los melgaritos. Nombre del cual nos sentíamos muy orgullosos. Hoy esos muchachos te recordamos y te tenemos presente y nos entristece no verte, pero nos reconforta tu presencia viva en nuestras vidas.

Debo decir que eras un amigo comprometido con tus alumnos. Nunca los dejaste solos. En sus dudas les explicaste y lo volvías a hacer hasta que entendiéramos las razones y las causas de las cosas. En las situaciones conflictivas en las que nos vivos envueltos siempre estuviste presente cuidando a tus amigos. En el trabajo siempre fuiste el primero, en la diversión y el juego siempre el mejor compañero, nunca te estuviste quieto, aunque te rompieras la pata, como en tu primer trabajo de campo en Tonachi, Chihuahua, con las Camelias y los negros, en esos días seguiste de cerca el trabajo de cada uno de esos aprendices de antropólogos en la Tarahumara. Ante el acoso de otros maestros hacia tus alumnos siempre atendiste las razones de los otros y las hiciste tuyas.

Los caminos que recorrimos no solo fueron los de la Tarahumara, recorrimos los caminos de Huitzilac, los caminos del Ateneo de Estudios Latinoamericanos y las casa de muchos antropólogos y luchadores de tu querida América Latina, de Perú, Bolivia, Argentina, Guatemala, Colombia. Siempre escuchando y acompañado con tu entrañable mmm…

En esos caminos de repente nos encontramos con viejos luchadores del Partido Comunista de México, de la lucha magisterial; de las luchas de los ferrocarrileros, de los papeles viejos del PCM y de aquellos que soñaban con reconstituir un partido comunista nuevo, joven, militante e idealista como la fuerza de Espartaco.

De esas reuniones nocturnas por diferentes rumbos de la ciudad de México y del conocimiento que tenías de la izquierda de Latinoamérica y de la de México. Del conocimiento de personajes del mundo literario surgió la idea de trabajar las historias de las comunidades y de los sindicatos agraristas que se convirtieron en la tesis de licenciatura que dirigiste tú y el maestro Ricardo Pozas siempre al lado de Chavelita.

En esas reuniones de Amigos de China Popular las buenas cenas en la embajada de China en la que todo lo que nos ponían enfrente desaparecía y el embajador nos decía amablemente que faltaba poco para la cena y que habíamos terminado únicamente con las entradas. Meses después preparábamos en casa los wanton, los mariposas chinas, guiados por el agregado militar de la embajada. Que tiempos en ese jardín en el Bosque Montebellino. Oliendo a Pinos.

De Cesar Vallejo podemos decir Ricardo en lugar de Pedro

 

Pedro también solía comer

entre las criaturas de su carne, asear, pintar

la mesa y vivir dulcemente

en representación de todo el mundo.

Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,

despierto o bien cuando dormía, siempre,

cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.

¡Abisa a todos compañeros pronto!

¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

 

 

En donde estés haz un buen camino para todos.

 

Arnulfo Embriz Osorio