4, Diciembre de 2011

Entre la pax porfiriana y la Revolución mexicana: Memoria e imaginario de Huitzilac

Presentación

Huitzilac aparece como un escenario luctuoso de la Revolución Mexicana, recordado de manera reiterada por el asesinato del general Francisco Serrano, a manos de la partida militar liderada por el general obregonista Claudio Fox. La emboscada se realizó en un paraje de la carretera Federal Cuernavaca a México, un 3 de octubre de 1927. Serrano fue eliminado en la medida en que representaba un obstáculo político, tanto para el camino reeleccionista de Obregón como para el curso de la campaña anticristera del gobierno.{tip ::Ponce, 1997: 58-64}[1]{/tip} Unas cruces y una lápida conmemorativa colocadas en el borde de la carretera federal México- Cuernavaca a la altura del kilómetro 48 simbolizan el infausto y cruento evento.

Sin embargo, Huitzilac, desde la perspectiva de los lugareños, tiene muchos relatos sobre la Revolución Mexicana, signados por imágenes muy duras: la leva, el incendio del pueblo, el ajuste de cuentas en las filas zapatistas que segó la vida del general Pacheco, nativo de la localidad, el vivir a salto de mata entre el monte y las cuevas. Isaura Dávila en 1975, narró lo siguiente a su entrevistadora:

“Estuvimos muchos meses en el monte desde la primera vez que salimos de Huitzilac (abril de 1912). Cuando volvimos a regresar al pueblo e hicimos otra vez las casitas, otra vez nos volvieron a quemar nuestra casa. Nos fuimos a distintos pueblos y comíamos tortillas y frijoles, dormíamos en cuevas y teníamos mucha hambre.”{tip ::Duran/ Rueda,2002: 133}[2] {/tip}


Genovevo de la O.
Tomada de http://www.bibliotecas.tv/zapata/zapatistas/genovevodelao1.html

 

Escenarios y tiempos de la Revolución

Presentaremos de manera abreviada y en orden cronológico aquellos eventos y episodios revolucionarios librado en Huitzilac y  en Santa María Ahuacatitlán que reaparecen de manera explícita o entre líneas en el testimonio de do Mauro López, zapatista oriundo de la primera localidad.

Las adhesiones zapatistas en este escenario alteño de Morelos se convirtieron en acciones armadas en fechas relativamente tempranas. El 18 de abril de 1911 las fuerzas zapatistas libraron batalla contra las fuerzas federales entre Santa María Ahuacatitlán y Huitzilac. Le seguirían las acciones armadas zapatistas comandadas por Genovevo de la O el  6 de febrero de 1912. Un mes antes, el cambio de gobierno estatal, no permitía avizorar las represalias que se cernirían sobre estos pueblos insurrectos. Causó consternación que el gobierno estatal brindase pleno respaldo a la campaña punitiva que emprendió el general Juvencio Robles dirigida primero contra Santa María Ahuacatitlán, la cual incendió y las acciones armadas contra los zapatistas desplegados en el territorio de Huitzilac. Robles, a mediados de febrero - aprovechando el repliegue zapatista-  mandó incendiar Coajomulco y Huitzilac entre otros poblados zapatistas de la región, al mismo tiempo que reconcentraba a los sobrevivientes bajo custodia militar.

Los zapatistas recuperaron los espacios alteños e iniciaron el reparto agrario, suscitando  contradicciones intercomunitarias entre Santa María Ahuacatitlán y Huitzilac y sus caudillos: Genovevo de la O y Francisco Pacheco.

A inicios de 1916 la lucha armada volvió a tener como escenario a Huitzilac. El general Pablo González inició en la región alteña una nueva ofensiva gubernamental primero basada en las negociaciones para obtener la rendición de la plaza zapatista de Huitzilac. El reinicio de las acciones armadas de las tropas federales coincidió con el repliegue de las fuerzas zapatistas al mando del general Pacheco, contrariando las directivas de Emiliano Zapata y de Genovevo de la O. Pacheco, decretó la evacuación de  Huitzilac el 13 de marzo de 1916, vísperas del ataque del ejército federal a Coajomulco en su avance hacia Huitzilac. Muchos como Don Mauro, prefirieron refugiarse en las cuevas y en la montaña bajo el mando de Pacheco. Lo que no imaginaban es que su jefe, sería considerado traidor  y decretada su muerte.  La pérdida de su caudillo local, consolidó el poder de Genovevo de la O. en dicha región.

A mediados de abril de 1916, 30 mil efectivos del ejército constitucionalista al mando del general Pablo González, se fueron posicionando en movimientos de pinzas sobre las plazas zapatistas del norte de Morelos, iniciando la ofensiva el 2 de mayo. El día cinco, el avasallador ataque había concluido con la toma de pueblos y de la propia ciudad de Cuernavaca.

La tercera campaña militar antizapatista al mando de Pablo González  iniciadas en enero de 1919, logró tomar dos meses más tarde, las plazas zapatistas de Huitzilac y Santa María, vísperas del asesinato de Emiliano Zapata.

 

El testimonio de Don Mauro

El  testimonio de Don Mauro López, y su hija resultan invaluables para reconstituir la historia de los huitzileños, entre la Pax Porfiriana y la Revolución Mexicana, independientemente de que algunas fechas y eventos puedan ser observados, corregidos y matizados. Varios pasajes revolucionarios reaparecieron en la narración que nos hizo Don Mauro López Ruiz, un veterano zapatista a un grupo de alumnos de Etnología de la ENAH y  su maestro – el que esto escribe-  en el curso de una práctica de campo. El centenario Don Mauro, estimulado por su atenta e inquieta hija, así como por algunas preguntas de los estudiantes, narró memorables pasajes de su vida en las filas zapatistas, muchos de ellos vinculados a su tierra natal. La transmisión intergeneracional de la familia López, selló vínculos entre Don Mauro y la segunda generación vía su hija. Ellos, generosamente nos abrieron su casa y sus recuerdos.

La versión fue transcrita de una copia del original existente en la fonoteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. El testimonio de Don Mauro fue reordenado y agrupado bajo los tópicos que consideramos dominantes. Sin embargo, resentimos la ausencia de una parte de la grabación que daba cuenta del refugio de los huitzileños en las cuevas de los cerros circundantes a Huitzilac, con motivo de las despiadadas incursiones maderistas y carrancistas. Se nos viene a la memoria la figura de Don Mauro, dibujando con el dedo de la mano derecha una espiral, al mismo tiempo que chasqueaba los labios y silbaba, para retratar el peligro de una serpiente de cascabel que los amenaza en una cueva que eligieron como improvisado refugio. Ésta anécdota y otras sobre la mala vida entre las cuevas  y los bosques, relatadas en su momento por Don Mauro, respondían a la evacuación de lugareños para escapar de la cruel ofensiva maderista a mediados de febrero de 1912, cuando las tropas al mando del general Juvencio Robles quemaron el bosque y el pueblo de Huitzilac, o quizás previniéndose de la no menos feroz arremetida carrancista, conducida por el general Pablo González, a mediados de 1916.{tip ::Enciclopedia de México 10, 1987:5602}[3]{/tip}

El testimonio de Don Mauro reabre una larvada discusión sobre la toponimia de Huitzilac, sobre sus cultos diversos, sobre la hacienda el Fraile. Esta hacienda propiedad de don Ángel  Entrambasagua -Trampajagua lo nombra Don Mauro, acaso con algo de humor aldeano-, estaba ubicada en los lindes entre Huitzilac y Topilejo. La hacienda El Fraile, fue parcial y formalmente recuperada por los comuneros en 1929.{tip ::Resolución Presidencial, 6/11/1929}[4]{/tip}

El testimonio de Don Mauro permite reconocer desde su cosmovisión cultural su lectura de la Revolución Mexicana, a partir de una señal aciaga: un cometa, reproduciendo una así una vieja clave prehispánica. Su palabra, también anima la lectura sobre los preciados recursos naturales del bosque, abundantes como los árboles o escasos como el agua. Los perfiles de los liderazgos zapatistas y cristeros, así como las tensiones del reparto agrario, resultan igualmente interesantes. La escisión entre Genovevo de la O y Francisco Pacheco, que culminó con la muerte del segundo en Miacatlán, deja entre líneas los ejes de fricción y reciprocidad entre los pobladores de Huitzilac y Santa María Ahuacatilán. Los datos más importantes que aporta el testimonio de Don Mauro López, es una versión diferente sobre la muerte de Pacheco en Miacatlán que refiere su fusilamiento por las tropas de Genovevo de la O,{tip ::Espejel/Rueda,1985, vol. 5:914}[5]{/tip} así como sobre el no desarme de sus tropas y su reasignación bajo otros mandos zapatistas.{tip ::Womack, 1985:248}[6]{/tip} Hasta aquí lo nuestro. Sin lugar a dudas, los lectores interesados y en particular los huitzileños, podrán encontrar en el testimonio de Don Mauro López, muchas otras entradas. ¡En buena hora!


Tomada de http://www.emersonkent.com/history_notes/francisco_pacheco.htm

 

El terruño y sus nombres

-Hija: todo ese terreno era de mi papá.

-Don Mauro: sí, este terreno. Allá arriba nacimos, crecimos. Mi papá se hablaba en mexicano con mi mamá. Nosotros éramos chicos y no aprendimos nada. No sabíamos al tiempo, como ahora que nos dicen tontos, hubieran aprendido, ese idioma es bonito.

Nosotros no sabíamos, crecimos y vino ya la Revolución y ya se perdió todo eso.

Yo nací aquí en el pueblo antiguo, porque vivía toda la familia de mi papá ahí. Tenían allí sus casitas bien hechecitas y como les hacían esas bardas bien hechecitas. Adorábamos a unos ídolos de piedra  azul, ya de grandes los conocíamos. Mi papá creció y se vino para acá y su familia allá estaba, tenían su lugar aquí. Cuando ya hicieron la iglesia nosotros nos vivimos. Cuando nacimos ya estaba el templo.

-Hija: sí, pero nos contaba mi abuelo, o sea el papá de mi papá, que él ya nació en este pueblo. Mi papá nació en 1890. Mi abuelo no sé en qué año nació porque dice que la iglesia la empezaron a construir (porque allí tiene su letrero) en 1600 y terminó en 1635. Nos decía mi abuelo que después de la llegada de los franciscanos empezaron a construir la iglesia. El pueblo de allá quería nombrarlo San Juan, Sanjuansín.

San Juanjuansín era el pueblo. Los franciscanos querían nombrarlo San Juan pero anteriormente no se acordaba mi abuelo o mi papá, cómo era el nombre náhualt. Porque no sabemos si ese era el nombre auténtico de ese pueblo. No del pueblo. Huitzilac quiere decir pajaritos, muchos pajaritos con flores.

-Don Mauro: le llamaban chupamirtos.

-Hija: ahora les dicen colibrí, colibrí junto al agua. Nosotros teníamos un jaguey que estaba pegado allí  donde están las escuelas y tenía una parte como laguito y allí estaba saliendo el agua y había mucha flor. Una flor rojita que se llama mirto y había muchos pajaritos en ese tiempo. Yo me acuerdo.

-Don Mauro: tenían así, su picote de largo.

-Hija: yo me acuerdo, tenía como 6 años y nos contaba mi papá, mi abuelo ( su papá de mi papá), porque ya vé, los abuelitos cuentan de eso, cuéntanos de lo otro. Mi papá se acuerda. Mi papá nació en esas galeras. Allí estaba su casa de mi abuelo. En 1890, hasta allí nomás sabemos porque nos contaba de allá. Ahora, él después, cuando vino la Revolución en 1912, él ya vivía aquí. Mi papá se acuerda en qué año se hizo el contorno del panteón, el año en que se inauguró la presidencia municipal.

-Don Mauro: mire, el camposanto surge en 1903, que los pobres hombres, los borrachitos que andaban el domingo, los agarraban y los encerraban en el calabozo. Al otro día salían las declaraciones: 8 días te toca trabajar, acarrear la piedra a puro lomo. No había carros. Yo todavía lo vi cuando se estrenó el palacio. pero ya fui creciendo.

-Hija: en 1905 se inauguró el palacio municipal.

Don Mauro: cuando yo crecí tenía mi papá su ganado y lo cuidábamos. Me acuerdo, venía un chaparrito que lo teníamos de pastor y contaba. Ya no me acuerdo qué decía . Se iba a la tienda y ya, no me acuerdo, la copa. Ese alimento es muy bueno señores y el señor y la mamá venían llorando tras del señor. No me quiero ir a mi pueblo, déjame mamá y vete a tu tierra, yo estoy aquí bebiendo mi alimento, la copa. A 20 días, ya, está tendido por la borrachera. Cantaba, ya no me acuerdo bien, el pobre hombre.

La hacienda El Fraile y la pax porfiriana:

-Don Mauro: pues hasta ahora se sabe que son comunales, porque antes nadie sembraba esas tierras, porque ese monte, los jueces de antes, los antepasados en tiempos de paz, vendieron un terreno. Era hacendado.

Hija: sí de la comunidad, siempre ha sido de la comuna desde l735. Era americano gachupín.

Bueno, cuando mi papá se refiere a tiempo de paz, a su época de 1890, cuando no había guerra, antes de la Revolución. Que no fue la guerra, fue tiempo de paz. Oíamos que platicaba mi papá de cómo ellos hacían su servicio, le tocaba la ronda, cómo  le iba. A que ni saben: ya vino un ricote con los ricos de aquí, pero no lo enseñaron en el día, nomás en la noche lo presentaron. Yo lo vi. Le llaman la hacienda de Fraile Mancilla, le dicen. Ya vendieron los del pueblo el terreno a fulano. Ellos mandaban.

-Hija: pero el español cómo se llamaba?

-Don Mauro: Tampajagua, Ángel Trampajagua. A ese nomás lo traían en la noche. No lo traían en el día. Había ricos aquí que lo traían, porque esos ricos tenían su ganado por allá y se juntaron con ellos y les vendieron el terreno. Eran montes grandes. Vino la revolución y se quedó todo. Se murieron esos hombres. Se murió el dueño y ahora ya lo recogió el pueblo. Ya lo está trabajando, siembran mucha avena. Es muy grande ese terreno.

-Hija: Como por l951,¿ no papá?

-Don Mauro: Sí, por ahí. 51, 52. En tiempo de paz.

-Hija: no en tiempo de paz que dice, desde 1890 a 1910, digo cuando se repartieron los terrenos. Cuando tú no pudiste por tus animales, y le dieron a mi tía Teodora y a mi tío Francisco. Así ya después  vino la repartición en 1950.


Francisco Pacheco. Tomada de http://www.emersonkent.com/history_notes/francisco_pacheco.htm

 

El Cometa y la bola revolucionaria

Don Mauro: en 1910 llegó la Revolución. A mis 20 años salí de aquí a la Revolución, desde cuando mi papá iba, todavía éramos chicos. Oíamos que hablaba con mi mamá en mexicano, era coloquial. Nosotros ya no le entendimos. Miren, en 1910, empezó el alboroto de Francisco I Madero, que ya venía la Revolución. Mi mamá y mi papá, pues ora ya. Y que ya se levantaron aquí.

-Hija: papá, diles del cometa.

-Don Mauro: ya ni me acuerdo. Salía el cometa por aquello de las 8 de la  noche y su compañero de mi mamá. mi mamá se llamaba Estefanía y que me dice, ¿quién sabe lo que nos irá a pasar, el cometa nunca sale. Veía su colita, así venía el lucerote, como cuando el sol viene saliendo. Mire usted, cuando acabó  se metía el lucero y la cola abrazaba el cielo y después se puso colorada la cola. Dicen: María Purísima, ése contiene algo, quién sabe que nos irá a pasar decían las señoras y de ahí, fue siguiendo esa zona y ya Francisco I Madero viene con la Revolución y ya entonces éste soltó algo, algo se soltó y se levanta Zapata y se hizo la Revolución y ya en 1912, viene la tropa a quedarse. Aquí, a las 6 de la mañana, nos sacaban encueraditos a los muchachos, sin sombrero. Que pasan 6 muchachos, vámonos. Que no oyen que la gente que llora, ya se llevaron a sus hijos.{tip ::Mauro López: “Recuerdo que cuando se acercaban a Huitzilac las tropas federales, la desesperación al escuchar el griterío de las mujeres y la lucha por evitar que la leva nos llevara a jóvenes y hombres por igual, nos hacía correr al bosque a escondernos, junto con otros jóvenes. Aunque todavía no participábamos de manera activa en la Revolución, en nuestra mente no estaba el combatir a los revolucionarios”, “Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.}[7]{/tip} Pues entonces me fui a la Revolución, con los zapatistas, y ahí en el cerro, como a las 10, estábamos sin sombrero, aquí el palacio estaba lleno de gentes del pueblo y que llegan los zapatistas, como 8: ¿ustedes muchachos qué están haciendo aquí?, estamos escondidos. ¿De dónde son ustedes? De Huitzilac, de allá están sacando gente. Eso venimos a aclarar. Y ora, qué piensan, ¿ se van con nosotros? Vamos con ustedes y vamos al campamento de Genovevo de la O. Se nombra el lugar, Tepeite. Cuando llegamos había hartos rancheros, puros ganaderos. En los palos estaban colgando como 6 reses y unas ollas llenas de comida. Ándenle muchachos y daban la comida en cazuelas quebradas. Nos dieron de comer caldito con pedazos de carne. Comimos y que llega el mero Genovevo, era un chaparrito. Ora, ¿qué pasó muchachos?, ¿ora qué piensan? Se van conmigo a la frontera, ándenle pero se van mañana a la frontera pero se ponen abusados, tiene que bajar mucha tropa de Huitzilac a Cuernavaca y llevar la gente.{tip ::Mauro López: “Mire Usted, con el general de la O, realmente estuve bajo sus órdenes forzado; claro está que fue mejor que si me hubiera llevado la leva al norte, pero yo no conocía a nadie de su tropa y no era mi ambiente, así que en cuanto pude hablé de frente y directamente con Genovevo y le pedí que me dejara sumarme al movimiento en mi pueblo. Creo que corrí con suerte ese día, porque el general aceptó y es que así eran, si no cometía una traición con ellos, no había problema. Dejé caballo y arma que me habían dado y retorné caminando por bosque rumbo a mi casa. Al llegar, me encontré que el general Francisco Pacheco, que era bien conocido por esos rumbos, porque al igual que de la O, era como un representante de la comunidad, ya se había alzado en armas y yo, encantado, fui a su encuentro y me sumé a su movimiento. “Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.}[8]{/tip}

Y que allí vamos, iba gente armada, como nosotros y a caballería. Gritaban, fronterizos de la frontera, pero unos muchachos güerotes, bien vestidos, de caballerangos traían sus trajes, puras camisas largas, zapatos y unas gorras texanas, caballos buenos. Mire cayeron de bastos y ahí vamos todos a agarrar las armas y córrele para el cerro y ahí vienen los demás y hasta lloraron: miren papacitos, nosotros venimos de este modo y no sabemos. Era bueno el general que nos llevó allí: pues ándenle, pero la verdad que está trabajoso, por hoy los van agarrar los más y dice otro, vamos a llevarlo a ese camino de este otro lado, ahí no hay gente mala, que lleguen a México, allí ya se escaparán porque por aquí no llegan a su tierra, ya hay mucha gente armada por aquí. Ya se hizo la Revolución, que Dios los acompañe. Los muertos allí para los zopilotes, para los perros. Entonces nos fuimos para el cerro, pero verdad de Dios, que de los 6 que salimos, nomás sobramos 2, otro se murió porque agarró el vicio de la toma, pero todos se quedaron allá en el estado de México, a la balacera. Caían junto de mí, ni les tirábamos nada porque andábamos trayendo sus armas, esperábamos. No, si viera. Aquí todos. Mire, venía la tropa, me acuerdo que iba un batallón de pura caballería, iba un general adelante y en la tropa de los zapatistas estaba otro, esperando al mero general. Se llevaba 2 hijas el general, bien armadas las muchachas, señoritas con buenas pistolas, escuadras, buenos caballos, cada quien llevaba 2 asistentes y cantaban: ora zapatistas, guarachudos, patas rajadas. Decíamos, óyelas, llegamos allá abajo y comienza la balacera, su mero papá era el general que iba hasta adelante, atendieron, que se regresa la poli, una caballera, en un terreno que estaba con alambrados, allí se bajaron. Se escaparon, dejaron sus caballos y las muchachas no pudieron pasar los alambrados, allí las agarraron y decían los demás, los que habíamos oído lo de patas rajadas. Bueno señores, así nos dijeron que les dijéramos. Bien, ahora muchachas ya llegó el general y dice, soy bueno, váyanse, aquí está el camino, dejan la escopeta, casi le quitaron  sus abrigos, llevaban buenos abrigos las muchachas. Llegaron a Santa María, ahí había mucho gobierno. Sabrá Dios, pero encontraron tirado su nombramiento. Entonces se vieron muchas cosas de ellos como de los zapatistas aquí. Era el primer golpe que aquí pasaba. Ya estando adentro se iban a dar el taconazo con Zapata. Yo conocí a Zapata, más o menos 2 veces que lo fui a ver, que nos llevó el general de aquí. Fui a recibir órdenes, llevó como a 30, pero en la noche porque había mucho gobierno aquí.

-Hija: diles cómo se llamaba el general de aquí, papá.

-Don Mauro: Francisco Pacheco. Ahora el presidente municipal es Francisco Pacheco, nieto de ellos. Llegamos a San Vicente, allí estaba Zapata, allí lo conocí. Bien parecido, bigotes, sombrero pero había así de gente para recibir las órdenes. Los jefes dicen: miren vamos a pelear las tierras del estado de Morelos, vamos a morir peleando las tierras y fue cierto y ganó las tierras porque todas esas tierras fue de los hacendados, fábricas de maíz, de azúcar, de caña, de todo y el mismo pueblo, a los hombres los tenían de peones porque yo he andado por allá.

Me platican los viejitos que carretas de palos, así 4 tercios de caña y 4 muchachos jalando como animales y el chicote. Esa orden tenían y Zapata era pobre y estaba allí, y usaba huaraches de orcón enredado, de calzón y sombrero y estaba así, nomás estaba viendo. Cuando se hizo este movimiento, para irse a remontar ya de zapatistas, entró a la hacienda el administrador con el caballo y que lo agarra y le da de machetazos y su cabeza así. Se fue para el monte con todos los peones. La gente que tenía era del pueblo y se hizo la Revolución. Estaba Zapata y ya nosotros. Ya andábamos, surcábamos por Toluca, por el estado real del oro, por Ixtlahuaca, por ahí, a atajar los trenes.

 

Los generales zapatistas

-Don Mauro: fui a dar al campamento de Genovevo de la O. Nosotros llegamos a un pueblo que se llama Cuentepec como a las cinco de la tarde, allí dormimos. Al otro día, como a las ocho, salimos de ese pueblo y llegamos a Miacatlán como a las once. A la primera casa que llegamos, allí estaban tres hijas que tenía y su mujer. Allí se bajo Pacheco de su caballo y a nosotros nos mandaron abajo donde había un corralón para depositar nuestra caballada. Ese día no nos pasó nada. Al otro día como aquello de las 10, ya estaba llegando la compañía de nosotros. ! Buenos días compañeros ¡ !Buenos días¡ Y la dueña de la casa fue a su mandado.

En una tiendita estaban tomando la copa los que iban a hacer esa muerte. Le dije a Pacheco, señor, váyase ahorita de aquí, porque están hablando de usted, que ya le conocieron a usted, que al rato lo vienen a visitar. ¿Qué me van a hacer? Traigo bastante tropa. No los molestaban nada, al puro jefe querían. En la balacera murió un coronel y sus asistentes, pero a él lo sacaron vivito de la casa donde estaba. Encuerado lo lazaron, a cabeza de silla lo llevaron arrastrando hasta la hacienda donde están unos tamarindos. Allí lo colgaron. A nosotros no nos pasó nada. Entonces nosotros dijimos ya se murió. Ya tomamos rumbo para acá y nos encontramos otro general, Valentín Reyes, vecino del Ajusco, que venía en seguimiento de nosotros. ¿Qué les pasó? ¿Ya lo mataron al general? ¿Y sus armas? Todo nos quitaron. Murió el general Marcelino Pulido y sus dos asistentes, Mejor vámonos para el monte, por Zempoala pasamos. Nos hicimos a sus órdenes.{tip ::“Ese si fue un revés para mí, aunque nos permtieron a su tropa incorporarnos a la de Genovevo, pero después de la muerte de Pacheco, para mí, ya nada fue igual. Ese sí era un general que andaba bien trajeado con ropa de rancho, pero en buenas condiciones. Tal vez, porque lo consideraba de mejor posición que de la O, éste le agarró muina. Realmente no sé qué pasó. Traidor, nunca fue mi general Pacheco. ““Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.}[9]{/tip}

Había tres o cuatro avanzados en la noche. El ya sabía donde andábamos. Hicimos una plática en un lugar. Nos dijo, compañeros nos van siguiendo, yo voy adelante, voy a acampar en tal parte, a ver si allí nos hacemos de armas para ustedes. Allí el que se quedó se quedó. Sí general, vámonos, vámonos. Llegando a ese lugar allí estaba su rancho, lo rodearon sus soldados. Era un voladero. Salieron chillando, papacito no me mates. Allí nos hicimos de armas, puro 30 30 y allí vamos. Nosotros papacito los llevamos donde están los demás dijeron, y allí se comprometieron. En la otra tanda murieron dos, eran hermanos, el balazo los traspasó y allí cayeron. Más adelante, con la balacera a uno del Ajusco le chisparon los ojos. Llega su hermano y dice  pobre mi hermano. El dice de una vez mátenme. Vámonos. Allí se quedó. El que aguantó, aguantó.

Luego vinieron los que peleaban la Religión y la robadera; yo tenía mi papá con harto ganado. Dos carneros nos van a traer del corral, nos dijeron. Mi papá estaba amenazado, temblaba. Por orden del general nos da dos carneros y allí van los escogidos. No se retiraban de allí del cerro. Y los del Gobierno los confundían con los del pueblo. Venía tropa y los balaceaban y no se iban. Hasta que murió el mero que robaba, León Rosas. lo balacearon y le dieron un balazo aquí en la pata, en el talón. Se fue para allá y no aguantó, se canceró, allí no había con que curar. Acabado ese, se acabo la Revolución de los Cristeros, ya el Gobierno le cargaba la culpa a aquel cuate.

El reparto:

Don Mauro: las tierras son del pueblo, porque hay harta gente que la trabaja, son propietarios, son dueños de la tierra. Son dueños los que trabajan la tierra.

-Hija: son dueños, pero son comunales.

-Don Mauro: sí, los de acá arriba.

-Hija: la tierra de la parte norte la siembran de pura avena y les digo a las señoritas que aquí la gente que tiene dinero, tiene su camión, su tractor, su empacadora y tiene hectáreas y hectáreas de tierra y de avena.

-Don Mauro: ya vino la repartición  y fueron hasta el pueblo. Yo no pude ir, mandé a una hermana. Hubo aquí, le nombraban Presidente de Bienes Comunales. Otros iban a favor mío. Yo me llamo Mauro y le dicen: ese terreno le toca a Mauro López porque aquí sembró un tiempo. Le dice el de Bienes: no, para qué quiere tanto terreno, tiene reteharto, ya ni lo siembra. Me dijeron, mejor le va a tocar a otro muchacho que no tiene tierras. Otros decían, no, mejor dénselo a don Mauro porque ése anduvo en la Revolución, sufrió. Dicen: no le hace, ahora tiene terreno, aquí se les va dando a los que no tienen. Les digo, déjalos, pero repartieron.

-Hija: no tenía terreno mi papá, sólo teníamos este pedazo. Y éste era de mi abuelo, de su papá y todavía hay unos documentos por allá. Tenemos un documento de mi abuelo que compró un terreno en 1877.

-Don Mauro: muy lejos.

-Hija: Hija. Por allá por el monte. Casi con el año salimos, cuando llegamos ya lo había recogido otro, ya lo había vendido con otros. No, está muy trabajoso, ya no me acuerdo más.

Memoria de las aguas: entre la laguna y el jagüey.

-Don Mauro: fui creciendo y vino el alboroto de la Revolución. En aquella época pasaban ríos por aquí porque había lagunas o algo así. Las lagunas son las de Zempoala: Zempoala, Compilla, Tonatillagua, La laguna seca, la laguna de Qila y Ocoyotongo. Son como 5 lagunas pero se secaron ya, porque les faltó el agua ya.

-Hija: no, se la llevaron a otros pueblos.

-Don Mauro: la asentaron, le echaron una basina de basura y fue a resultar a un  pueblo que le llaman Almoloya del Río y esa agua se la llevaron para México. Ahora aquí hay agua, la tomamos del mismo Zempoala, pero está dentro de una cañada, en una peñota que está allá. Es un trozote que está saliendo para la laguna y para acá.

-Hija: allí nace el agua.

-Don Mauro: ándele, ahí sale, nace y la tomaron porque un rico que compró, tiene harto dinero aquí, se llama el sesenta. Ese señor es millonario de México. Vino aquí a la presidencia a pedir un permiso y como el agua es del Monte de Ocuila, fue a Ocuila. Allí les mandaron y se le dio permiso, pero hizo, creo, un colegio para que le dieran agua. Vino y puso ingenieros y vino hasta acá, haciendo el caño de un metro de hondo, poniendo el tubo y venía el agua y allá la  llevó.

-Hija: le cambió, digamos, el cauce ¿no?, la desvió hacia allá.

-Don Mauro: tenía unos tanques grandes. Llenaron los tanques, entonces el pueblo se quejó. Todo el pueblo, entonces se hizo la junta y habló el juez: Señor ya dio usted permiso que pasara el agua aquí, ahora queremos que nos deje una toma, mándele traer que aquí estamos. Le hablamos y no quiso el señor aquel, el dueño.

-Hija: y él, ¿no se acuerda cómo se llama?

-Don Mauro: No. Es de origen mexicano. El señor ese dice: no, pues a mi me costó mucho. No le hace. Usted fue a pedir permiso allá y aquí el presidente municipal también le dio permiso. Ahora nosotros queremos el agua.

-Hija: pero diles por qué tenemos agua de Zempoala. En tiempos de paz, de dónde agarraban el agua. Diles lo que les acabas de decir a las muchachas del agua que teníamos, de tu tiempo y del tiempo de más atrás.

-Don Mauro: se llamaba ojo de agua.

-Hija: el Cuete, donde desapareció porque no le quisieron dar el agua para que se la llevara para México.

-Don Mauro: ya por eso lo hicieron en Hueyapan.

-Hija: nosotros teníamos mucha agua en tiempo de paz en Hueyapan.

-Don Mauro: teníamos nosotros la toma de Hueyapan. Es una laguna grande. Vino un ingeniero a ver al juez para que le diera el agua. Le puedo decir que sí, pero falta el pueblo. Vino el pueblo y le dijo: si nos deja una toma sí. No, no quiso y ahora de maldad, mandó a esconder las dos tomas con el barreno. Barrenó la peña donde venía el agua y se estropeó, Se sumió el agua, se secó y nos quedamos sin agua.

-Hija: ¿Cuántos años?

-Don Mauro: 2 años. Mire, duramos con nuestra hija, Aquí está otro jagüey que todavía sale agua. Yo hasta ya andaba en lo alto porque tenía vacas y con 2 animales cargaba botes para traer. Por ahí todavía está mi hija. Pero era gente .Con luz, formados y esperando y llegando con un chorrito que daba el tubo con agua. Y así duramos harto tiempo, hasta acá. Yo ya no dormía. No dormía porque tenía vacas, vendía miel, leche y todo bien. Después nos pasamos, hasta echábamos dos viajes de noche, señores. Nos íbamos a dormir como a las 4 de la mañana. Mi hija sí dormía pero yo no. Yo salía a cuidar mis animales. Con decirles que me ponía mis tacos, casi nomás bebía la pura leche y miren, todavía estoy aquí.


Tomada de http://www.nevadaobserver.com/Mexican%20Revolution%20-%20People/Mexican%20Revolution%20-%20O,%20Genovevo%20de%20la.htm

-Hija: Pero después dice que fue un movimiento de tierra y volvió a aparecer el agua.

-Don Mauro: Sí. Yo ya ni me acuerdo. Ay, con el primer viaje mi hija traía la linterna, porque caminando por la noche, estaban descompuestos los callejones, piedras y hierbas. Ahí veníamos. Ahí teníamos un tanque para guardarla cuando ya está cayendo del chorro. Doy gracias a Dios. Ya no más allí dejábamos los botes que llenábamos en el monte. Ya ahora ya nos vamos a beber, a amarrar a los animales, hasta el otro día. Su mamá ya está aprevenida con el café.  Ándele ya están dormidos. Ni modo, ya hay agua. Y ya, se quedaron parados y ya no se fueron porque les íbamos dando tantita agua. Una vaca tantita, luego otra. Con trabajos nos íbamos sosteniendo, porque una vaca que no bebió agua se murió. Comió seco.

-Hija: pero de ahí ya no vino agua, de este movimiento.

-Don Mauro: Ajá, después de la sequía empezó, pero ya no fue como era antes. Allí empezó a faltar mucho el agua, pero había ahora. Pero después dicen que ahora, en la fecha, ya no traen nada de agua los tubos de allá, ya no viene, se sumió.

Hija: Entonces por eso, cuando hicieron los fraccionamientos de Monte  Casino , Sierra Encantada y el Sesenta, todo ese lado,  entonces sacaron todo el agua de allá arriba de las lagunas,  que de allá donde está saliendo  el agua, allá tienen los tubos. Como esa gente es de mucho dinero, entonces de allí tomaron el agua. Están bien puestos en la peña y aquí se opuso el pueblo para que dejaran una toma. Si no, no tuviéramos agua. Si nos la dan es porque el pueblo se puso abusado, hubo junta. No señor, no se lleva el agua. Sí, me la llevo. Llévesela. Había tanto cerro que ya luego le iban a destender el tubo. Y ya salía. Sí la dejó, por eso la tenemos.

-Hija: Nos dejaron un tubito.

-Don Mauro: Ahorita no hay ninguno. Está de acuerdo el pueblo. No reclama el dueño, creo que ya se murió el señor ése, queda la señora, pero como el señor le dejó el aviso de cómo está aquí el movimiento. Si no daba agua el señor ese, no la dejaban pasar. Allá se la tumbaban el agua.

-Hija: yo ya no me acuerdo. Tengo de estar con mi papá como hace 5 años. Yo vivía en Cuernavaca.

-Don Mauro: ya casi es grande. Es muy grande lo que compraron los de México. El señor iba vendiendo los terrenos con agua. Por eso tienen mucha agua.

-Hija: ellos sí tienen bastante agua.

-Don Mauro: sí, porque no hay ninguna higiene, quién la cuide cuando viene a dar el recorrido, tiene peones y cuando se descompone un tubo, van los de aquí y le ayudan. Está bien hecho, así de hondo, para abajo.

 

San Juan reaparecido:

-Don Mauro: el 24 de junio celebran al señor San Juan Bautista. El 24, 25 y 26 adoran a ese santo.

-Hija: la otra fiesta es de septiembre.

-Don Mauro: el día 1 de septiembre, porque con la revolución se llevaron el Santo de aquí. Un general norteño del gobierno le gustó y se lo llevaron para México y allá lo fue a depositar en una vecindad. Llegamos aquí y estaba muy extraño el templo. Entonces era de palo, la tarima hasta se estaba viendo, pero al santito ya se lo habían llevado de aquí. Aquí había otro señor que sabía hacer santos, pero no lo estaba haciendo como el santito que ahora está bueno. Fue el tiempo de cómo mucha gente se desperdigó, como esa señora que vivía en México. Llegó el dueño de la finca donde vivía, le anduvo diciendo: señores, con tiempo les vengo a avisar, vayan buscando otro lugar, porque  ya voy a componer de vuelta los cuartos, porque ya les voy a dar otra pintada. Luego que ya están listos ya se vienen. Sí. Entonces le dice el señor a su señora: vete a conseguir para que después nos pasemos para allá. Entonces en una vecindad, le dice la que cuidaba: Sí señor, pase a escoger los cuartos que quiera. Ahí están hartos, que va llegando a un cuarto y ahí estaba el Señor San Juan, así que le dice: este señor es de mi tierra y se fijó bien y estaba encueradito pero le faltaba creo que un dedo. Este señor ya halló cuarto. Ándele, mañana le voy a decir a mi señor que venga. Ándele, a la hora que quiera, hay hartos cuartos. Allá se dice: mira lo hallé, allá está San Juanito. ¿ Cómo? Sí, es El. Vamos a ver. No, voy a trabajar. `Vamos a ver. Luego se vinieron al pueblo, fueron a hablar a la presidencia municipal, le hablaron al juez.

-Hija:¿ Y cómo se llamaba el juez?

Don Mauro: José Pérez y Luis Cuevas, entonces que les dice: Señores, este Santito nos lo vamos a llevar a nuestro pueblo,. Si yo no les digo nada, es de un general norteño, y ya mero faltaban 20 días para que lo venga a traer, lo cuidaba. Le dieron como 10 pesos, eran pura plata. Entonces la señora quedó muy agradecida. Lo embarcaron en México Tacubaya, llegó a Tres Marías en tren. De aquí fue gente a encontrarlo, todo el pueblo. Acá arriba ya no caía el agua. Allá, le pusieron el sombrero y su gabanzote. El día 1 llegó aquí, por eso la fiesta la hacen el día 1 de septiembre. Miren, ahora ya le hicieron, tiene muy arreglada su iglesia. El padre y el pueblo estaban muy animados. Sólo ese reloj hubo que costó 40 millones. Nomás fueron señalados los muchachos que están pesudos aquí. De a millón .Toda la compostura que tiene el pueblo, la anima el padre que está aquí.

-Hija: diles qué hacen en esa fiesta, qué es lo que come toda esa gente.

-Don Mauro: los invitados hacen mole, harto, chito, alquilan la banda de México y vienen los danzantes, el castillo, hay toros. Los danzantes son de aquí, bueno ahorita son de aquí. En seguida tiene el señor una de chinelos, sí ahorita es lo único que hay de aquí.

-Hija: también bailan el 24 de junio. Salen aquí en el estado de Morelos. Ya hicieron el corral de toros allí, cada fiesta lo hacen allí. El baile es de aquí, de Tlayacapan, pero lo bailan en todo el estado de Morelos, también en Xochimilco. Por eso esa vez, en esa fiesta, vinieron los de Toluca. Sabes que los arrieros, hija, ésos traen hartos burritos, con hartas cositas y los hombres bailando, bailando, así hacen las fiestas. Aquí se les nombra mayores, son 4 y ésos son los que hacen el gasto, de su dinero. A uno le toca el mero día, darles de comer el desayuno y la comida y al otro día al otro. Si hubieran venido ese día, el 24, 25 y 26 a esas casas de los encargados, hay comida, mucha comida para toda la gente que viene. Hay todavía en la iglesia.

-Hija: uno es para el 24, para el 25 y para el 26. Primero es el Fiscal, que le toca el primer día.

-Don Mauro: el fiscal es que hace todo el gasto, es el más fuerte el del día primero.

-Hija: pero él sólo, de su dinero. Yo tengo un sobrino que fue el encargado del día primero de septiembre y se gastó 22 millones (pesos viejos).

 

Bibliografía:

Espejel, Laura L. y Rueda S., Salvador, 1985, “La revolución aislada: los zapatistas en Morelos” en Así fue la Revolución Mexicana 5 de Enrique Florescano (Coordinador), México, SEP, pp.913-918.

Gutiérrez Quintanilla, Lya, “Fiel soldado de trinchera” de, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.

Neria Duran, Leticia y Jaime Rueda Salas, “La Revolución mexicana en Huitzilac: tres momentos históricos de la lucha zapatista” en Huitzilac en la  Historia de Rodrígo Moreno Gutiérrez y Leonardo Salinas González (Coordinadores), México: UNAM-Ayuntamiento de Huitzilac, 2002, pp.  117-157.

Ponce, Armando, 1997, “El nieto del general Serrano lo rescata de la sombra a la que lo condenó la historia oficial, a 70 años de su asesinato”, Proceso (México) Nº1091 (28 de septiembre), pp.58-64.

Womack jr, John, 1985, Zapata y la Revolución Mexicana, México, SEP-Siglo XXI Editores.

 

Grabaciones:

Lopéz, Mauro, Testimonio, Fonoteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, D.F., 1991.

 

Documentos:

Archivo General Agrario del Registro Agrario Nacional (AGA): Bienes comunales de Huitzilac, Morelos, Expediente 276.1/844 (Copia mecanográfica de la Resolución Presidencial promulgada por Emilio Portes Gil y Marte R. Gómez, secretario de Agricultura y Fomento sobre dotación de bienes comunales al pueblo de Huitzilac, 6 de Noviembre de 1929).

 


[1] (Ponce, 1997: 58-64).

[2] (Duran/ Rueda,2002: 133)

[3] (Enciclopedia de México 10, 1987:5602).

[4] (Resolución Presidencial, 6/11/1929).

[5] (Espejel/Rueda,1985, vol. 5:914)

[6] (Womack, 1985:248).

[7] Mauro López: “Recuerdo que cuando se acercaban a Huitzilac las tropas federales, la desesperación al escuchar el griterío de las mujeres y la lucha por evitar que la leva nos llevara a jóvenes y hombres por igual, nos hacía correr al bosque a escondernos, junto con otros jóvenes. Aunque todavía no participábamos de manera activa en la Revolución, en nuestra mente no estaba el combatir a los revolucionarios”, “Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.

[8] Mauro López: “Mire Usted, con el general de la O, realmente estuve bajo sus órdenes forzado; claro está que fue mejor que si me hubiera llevado la leva al norte, pero yo no conocía a nadie de su tropa y no era mi ambiente, así que en cuanto pude hablé de frente y directamente con Genovevo y le pedí que me dejara sumarme al movimiento en mi pueblo. Creo que corrí con suerte ese día, porque el general aceptó y es que así eran, si no cometía una traición con ellos, no había problema. Dejé caballo y arma que me habían dado y retorné caminando por bosque rumbo a mi casa.

Al llegar, me encontré que el general Francisco Pacheco, que era bien conocido por esos rumbos, porque al igual que de la O, era como un representante de la comunidad, ya se había alzado en armas y yo, encantado, fui a su encuentro y me sumé a su movimiento. “Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.

[9] “Ese si fue un revés para mí, aunque nos permtieron a su tropa incorporarnos a la de Genovevo, pero después de la muerte de Pacheco, para mí, ya nada fue igual. Ese sí era un general que andaba bien trajeado con ropa de rancho, pero en buenas condiciones. Tal vez, porque lo consideraba de mejor posición que de la O, éste le agarró muina. Realmente no sé qué pasó. Traidor, nunca fue mi general Pacheco. ““Fiel soldado de trinchera” de Lya Gutiérrez Quintanilla, Diario de Morelos (Cuernavaca) 19/4/2010.