8, Abril de 2012

AMLO, Morena y la Cultura

 

El semanario Proceso informó (19/02/2012 núm. 1842) que en el antepenúltimo Foro Nacional de Arte y Cultura del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) -realizado el 14 de febrero en Morelia, Michoacán- Andrés Manuel López Obrador (AMLO) “dio por sentado el consenso a favor del establecimiento de una Secretaría de Cultura.” Además, expresó que Elena Poniatowska sería la encargada de dicha Secretaría porque “es un ángel de sabiduría y la queremos mucho”. Por si esto fuera poco, remató que su nombramiento “permitirá que la cultura recobre su papel ético y social vital en la transformación del país.”

Para quienes no militamos en MORENA, ni en ningún otro partido, abre una serie de interrogantes: ¿Cuándo se hicieron públicas las convocatorias para dichos foros?, ¿cuántos foros se convocaron?, ¿dónde se realizaron?, ¿quiénes participaron?, ¿cuáles fueron los temas?, ¿cuáles los diagnósticos?, ¿cuáles los resolutivos?, ¿qué alcances y qué profundidades considera MORENA que obtuvieron?, ¿qué representación estiman que tienen sobre el total de la población y entre quienes forman el llamado “sector cultura” institucionalizado?

Estas interrogantes deben de tener claras y puntuales respuestas para que impacten en la sociedad. De lo contario, no dejarán de ser una escalada más de declaraciones vagas y confusas que se difunden en los medios masivos de comunicación, muy similares a las que lanzan el PRI, PAN, PVE, PANAL, etcétera.

A más de tres semanas de aquellas declaraciones de AMLO y de no difundirse a detalle los contenidos y proyecciones de las mismas, sólo podemos presumir -porque no hay más indicios que las propuestas de MORENA- que esos anhelos seguirán por los senderos que marcó Carlos Salinas de Gortari durante su sexenio, a través del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y que, luego, siguieron operando -ya con las siglas de CONACULTA- Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa -como si con ese traslape de siglas pudieran exorcizar la bastardez de dicho Consejo-. Los fines originarios de ese aparato “cultural” no han cejado: la corrupción entronizada en una dependencia del Ejecutivo federal -su caja chica- abalada por un supuesto programa nacional de cultura -iniciada con la construcción del Centro Nacional de las Artes y sus réplicas en los estados de la República hasta concluir con la Estela de Luz, pasando naturalmente por la megabiblioteca José Vasconcelos, el programa Enciclomedia, el FONCA y otros programas más, que lucran con la necesidad de los artistas, ha ocultado el desmantelamiento, lento pero seguro, del sistema educativo nacional integral, iniciado en el ultimo trienio del siglo XIX y que llegó casi hasta la ultimo trienio del siglo XX y que tenía como finalidad la formación de ciudadano en los diversos ámbitos de su desenvolvimiento social. Esto es, desde la instrucción básica, profesional y extra escolar en las ciencias matemáticas, gramaticales, físicas y biológicas, etc., hasta las artes escénicas, musicales, plásticas y dancísticas, así como en la literatura y en el cultivo y aprecio de la historia, sin descartar la dotación de elementos técnicos. Todo con la posibilidad de formar y reproducir ciudadanos útiles a la patria y a sí mismos.

Ese programa de desmantelamiento fue iniciado e instrumentado por Carlos Salinas de Gortari y continuado por sus obsecuentes discípulos en la presidencia de la República, con el aval de todos los partidos políticos que operan en las cámaras de Diputados y Senadores. Los resultados están a la vista: la atomización y degradación, por una parte, del sistema educativo nacional -aunque no es el único factor, intervienen otros, como el control de los medios masivos de comunicación operados por grupos de poder económico y político que han envilecido a los ciudadanos para lucrar fácilmente con ellos; la designación de secretarios del ramo ajenos y distantes totalmente de las concepciones y compromisos con la educación tal y cual lo fue Manuel Bartlett, Ernesto Zedillo Ponece de León, Fausto Alzati Araiza, Miguel Limón Rojas, Reyes S. Tamez Guerra, Josefina Vázquez Mota, Alonso Lujambio, y ahora José Ángel Córdova Villalobos, y el secuestro que ejerce la presidencia de la República del sindicato Nacional de la educación a través de Elba Ester Gordillo-. Y, por otra parte, una supuesta autonomía de un sector de creadores y artistas que obtienen recursos federales para sus proyectos, sin ningún vínculo con el sistema educativo nacional. Pero hay más. Ese desmantelamiento se acentúa con un “proyecto nacional de cultura” desvinculado del sistema educativo nacional, ya que sus programas se avocan a un productivismo sostenido con recursos federales, pero privados en su disfrute y consumo.

Es así como ha ido creciendo, consolidándose y hasta cobrando carta de naturalización la idea de que debe de separarse instrumental y financieramente lo que es propio del ramo de educación y lo que correspondería a las actividades culturales que se desempeñan fuera del mismo, sin reparar que esta discutible división (educación-cultura) ha sido a costa del sistema integral de educación, en todos los niveles, a que está obligado a proveer los gobiernos Federal, estatales y municipales, y que rebasa el sistema escolarizado como política de Estado.

De esto nada se ha hablado y, mucho menos, discutido. Es más conveniente aceptar como una muestra de modernidad y acatamiento los ordenamientos internacionales (UNESCO, OCDE, FMI, entre otros) que imponen la autonomía de lo que se llama sector Cultura. Escritores, actores, cineastas, artistas plásticos, músicos, coreógrafos, arquitectos, escenográfos, bailarines, etcétera, han sido ubicados fuera del sistema educativo nacional y también de cualquier otro sector de la producción de la vida material e intelectual del país, que somos todos los ciudadanos en todos los ordenes de producción y reproducción de nuestra vida cotidiana porque ni modo que la producción de cultura sólo sea labor de unos cuantos iluminados y especialistas.

Al imponer esa división entre educación y cultura se ha dejado a niños y adolescentes sin los rudimentos de esa instrucción en bellas artes y literatura que se les proporcionaba en las primarias, secundarias y preparatorias, y que inclusive se extendía a todos los ciudadanos fuera de las aulas, a través de los teatros e infraestructura gubernamental que apoyaba y consolidaba ese sistema educativo nacional integral, público, laico, gratuito y obligatorio. Ahora, sólo se beneficia a un puñado muy dilecto de escritores y artistas donde, hay que decirlo, se encuentra la propia Elena Poniatowska.


Andres Manuel López Obrador y Elena Poniatowska, en el evento de Morena Cultura que realizaron en Morelia. Foto de Iván Sánchez / La Jornada Michoacán

Así de perversa es la separación de lo que integraba el sistema educativo nacional, como unidad de acción de la instrucción pública. Las bellas artes y la literatura como obligación de Estado y que iba más allá de las aulas, se ve truncada no sólo por los seguidores de Carlos de Salinas de Gortari y sus obsecuentes continuadores en la presidencia de la República sino que, ahora, es propuesto como continuidad por MORENA y su dirigente AMLO.

¿En dónde esta la crítica de AMLO al CONACULTA o la crítica a esta política de desmantelamiento del sistema educativo nacional propuesta por Paco Ignacio Taibo II, María Rojo, Virgilio Caballero o por la misma Elena Poniatowska?

Remendar parece ser la consigna, como si eso fuera suficiente y necesario para terminar con el abatimiento social en que nos han dejado las políticas neoliberales impulsadas por Salinas de Gortari en este específico ramo de la vida nacional.

Ayunos de crítica AMLO y MORENA proponen la creación de una Secretaría de Cultura sin mostrar los estudios, diagnósticos y análisis del estado actual del sistema educativo nacional integral. Tampoco muestran un análisis crítico de lo realizado y consolidado por el CONACULTA en las dimensiones restringidas en que opera. De tenerlas claras, seguramente irían por una ruta muy distinta a la formación de una Secretaría de Cultura, pues lo que se necesita son apoyos y estímulos para la producción y reproducción de sus actividades de vida, que no son muy distintas a las de otros tantos sectores de la producción. Pero que -por condiciones impuestas por el sistema neoliberal- no cuentan con los beneficios de los grandes monopolios u otros empresarios que tienen el suficiente poder para hacer valer sus ambiciones frente a la SHyCP, la SEMARNAT, FONATUR, etcétera.

En el discurso de AMLO, por otra parte, no deja de llamar la atención el uso comparativo de la alegoría de un ángel para referirse a Elena Poniatowska, no sólo porque de suyo es equivoca, inadecuada y hasta, se podría presumir, perversa, ya que recurre a un figuras celestial para avalar la toma de una decisión: el establecimiento de una Secretaría de Cultura que puede no recaer en ella. Pero el mensaje divino sobre la creación de esa dependencia y de quien la ocupe ya está mandado, independientemente del partido que llegue al poder y la persona que designen para dicho cargo.

La expresión de AMLO sobre lo que espera de la cultura exhibe la pobre concepción que tiene sobre la misma. Aunque hay que decirlo con todas las palabras: Ésta no es una posición exclusiva de él. La comparte con todos los políticos que militan en los diferentes partidos. Para ellos, la cultura es algo que existe fuera e independientemente de la realidad; es omnipresente y omnipotente. Por eso, creen que para realizarse sólo necesitan que “alguien” la restaure en su lugar.

Esa confusión que tiene MORENA y todos los partidos sobre lo que es cultura o lo que se pueda designar como tal, se expresa nítidamente cuando exponen su programa de cultura con los siguientes enunciados: “La democratización del acceso a la cultura”; “el reconocimiento de los derechos de los públicos, el de los creadores y el de los promotores, por encima de las inercias burocráticas”; “fortalecer el papel del arte y la cultura en el desarrollo de nuestro pueblo, cuando en la actualidad se les trata como un adorno, como un accesorio o como un simple negocio del espectáculo”; “apoyo a las actividades de investigación, preservación y divulgación del patrimonio cultural o sea al Instituto Nacional de Bellas Artes y de otras instituciones federales y locales”; “otorgar el lugar que les corresponde a las culturas indígenas”; “estimular la creación artística a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”; “aplicar un amplio programa de becas para escritores, actores, bailarines, cineastas, pintores, artesanos, escultores, productores de videos, músicos y promotores culturales”; “democratizar los medios de comunicación”; “competencia para que no se concentre el manejo de información en unos cuantos”; “otorgar permisos y concesiones para la operación de estaciones de radio y televisión dedicadas a la educación, la cultura y las comunidades indígenas”; “cobertura nacional para el Canal 11, el 22, Radio Educación, Radio UNAM, el Sistema IMER y otros medios de comunicación alternativos”; “apoyar la producción, distribución y exhibición de películas mexicanas de calidad”; “fomentar la lectura, con un fortalecimiento a la red de bibliotecas, salas de lectura y librerías”.

Así, MORENA pone su agenda de “cultura” que en nada dista de las presentadas por el PRI y el PAN. No hay un gramo de crítica a estos más de 20 años de acciones neoliberales sobre el sistema educativo nacional y lo que ha implicado el CONACULTA.

Con todo esto, podemos parafrasear a Bolívar Echeverría para decir que MORENA “ni supera el viejo equívoco de las izquierdas soviéticas y chinas de confundir la necesidad de una autonomización de la actividad cultural -el proceso/producción/consumo cotidiano y de reproducción de la sociedad- con la de la reclusión de esa actividad, una vez autonomizada, en la esfera de las ruling classes”.