La última pluma del gran Baloo en El Volcán Insurgente

Amante de la vida, Ricardo Melgar  se fue cuando más enriquecían sus reflexiones. La Covid arrasó con las olas de protestas emergidas desde el 2019, pero también con la inteligencia de un colega alerta al descontento mundial contra el neoliberalismo. Desde el INAH Morelos, a unos meses de que nos percatáramos del grado en que ese virus sospechoso paralizaría al mundo, Ricardo Melgar refirió al poder nocivo de la globalización neoliberal en los bienes culturales de los pueblos, así como a la resignificación de los cimientos que ordenaron, al menos desde el siglo XVIII, nuestro universo social.

En su radar palpitaban el pasado y el presente hasta de los rincones más recónditos de América Latina. En el último año los “Diálogos entre la Antropología y la Historia Intelectual” alternaron con el “Corredor de las Ideas del Cono Sur”, tanto como las insurrecciones contra Bolsonaro; los múltiples zapatas mexicanos; las protestas universales contra los feminicidios; la dimisión de Roselló en Puerto Rico; las sublevaciones contra el hambre en Chile; las manifestaciones por el racismo estadounidense; los cacerolazos ante la inflación argentina; el saqueo a almacenes en Ecuador; las inextinguibles crisis venezolanas o las protestas contra los proyectos mineros en Perú, entre otros tantos movimientos de lo que algunos llamaron la “primavera latinoamericana”.


Ricardo Melgar
Dibujo digital: Nelson Manrique

Sería posible homenajear su trayectoria con sólo aludir a uno de sus últimos textos. En una docena de renglones introductorios que escribió en enero del 2020 En el Volcán Insurgente, cuando la incertidumbre y el temor nos tenían aún más azorados, elaboró una reflexión concentrada, quizá premonitoria, que desabrigó el vacío humanista en que pretende dejarnos la era post-covid. No sabemos aún los horizontes que alcanzará la ética neoliberal, ni tampoco hasta dónde nos serán extrañas las “conductas individuales y respuestas colectivas” de quienes crecerán inmersos en lo que proyecta conferir nuevos sentidos “a la libertad, la ética, la axiología, el Estado, la soberanía limitada, el trabajo flexible, la naturalización de la desigualdad, el neopanóptico local y global, y el tecnologizado control social.” Sin embargo, resulta contundente que sus observaciones reflejan el sentir de muchos que nos hallamos “navegando por este inconmensurable océano de recados y fragmentos” en busca del alcance que tendrá “la vertiginosa expansión de una molécula invisible”, -como bien lo expresó su homólogo José Alberto de la Fuente.

Retomando el pronóstico de Alvin Toffler sobre la nueva “economía del conocimiento”; aludiendo a la inestabilidad del tiempo corto de que habla Richard Sennett o citando al “neuroliberalismo” de su amigo  y filósofo Hugo Biagini quien lo refiere como una distorsión conservadora que resignificó la democracia desde el provecho y el interés individualista (dejando así su ética de la equidad y la solidaridad), Ricardo Melgar alternó, una vez más, el presente, lo sucedido y el porvenir, para referirlo a un caso concreto: la venta de México como “Marca País”.

Ese preocupante marketing lo remonta a 1911 con el lema británico “el mundo es nuestro mercado”. De ahí se desencadenó ofrecer a los inversionistas extranjeros el país, traducir el patrimonio en turismo o comprometer a los gobiernos con corporaciones empresariales. ¿Sucederá que las empresas expidan “certificaciones, registros y ratings” no sólo para la “marca país”, sino también para cada una de nuestras corporeidades? Todo ello es un tema que deriva hacia su propia muerte, por el hecho de hallarse en el contexto Covid. Las políticas del “Estado mínimo” dejaron abandonados a los sistemas de salud públicos y extintos los derechos a la atención médica.

En el filo de la navaja de su enfermedad, Ricardo Melgar permaneció, de manera admirable, con la pluma en la mano. Sus líneas inevitablemente remiten a El mundo de Ayer. ¿Llegará un día en que llamemos a la época pre-covid como “la edad de la libertad” (y no como “la edad de oro” a la que Stefan Zweig nombró para referir los tiempos anteriores a la Primera Guerra Mundial)?