Significado y consecuencias de los sucesos recientes en el municipio de Iguala, Guerrero

PRESENTACIÓN

El estado de Guerrero, a diferencia de otras entidades del país, ha sido una de los menos investigados en sus aspectos históricos y antropológicos. Sin embargo, tomando como base  las investigaciones aisladas e inconexas que se dieron sobre todo en las últimas décadas del siglo XX sobre esos temas, en 2001 se instrumentó el programa “Antropología e Historia de Guerrero”, concebido con un enfoque integral e interinstitucional por un grupo de destacados investigadores, que a partir de entonces se llamó Grupo multidisciplinario de estudios sobre Guerrero –o  Grupo Guerrero–, encabezado por la Coordinación Nacional de Antropología del INAH. El Programa ha constituido una experiencia inédita en el que se ha impulsado la discusión académica constante sobre un territorio importante para el conocimiento de la historia antigua y contemporánea de México y que ha jugado un papel trascendental en el proceso de conformación de la nación mexicana.

A partir de entonces, el Programa lleva 12 años ininterrumpidos de sesionar mensualmente en su Seminario; 10 años, también ininterrumpidos, de divulgar mensualmente estas materias para el público en general en su Cátedra, y ha realizado bienalmente seis Mesas Redondas.

Paralelamente, en las últimas décadas, Guerrero se ha visto convulsionado por eventos de inconformidad social, siempre reprimidos por diversas autoridades, mismos que desembocaron drásticamente en los violentos acontecimientos ocurridos en Iguala entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de octubre de 2014.

Ante tal situación, quienes investigamos en Guerrero, pero especialmente quienes conformamos el Grupo Guerrero,  no podíamos quedarnos aislados de las múltiples voces de protesta que se levantaron en el ámbito nacional e internacional. Así, se propuso crear una sesión especial dentro del Seminario en el que se analizara antropológica e históricamente las causas que motivaron tan lamentables acontecimientos.

La sesión, llamada “¡Vivos los queremos! Significado y consecuencias de la tragedia de Ayotzinapa, Guerrero”, se efectuó el día 18 de febrero de 2015. Por la mañana se presentaron cinco ponencias, de las cuales cuatro se publican aquí, más una quinta que escribió uno de los investigadores que intervino en la sesión vespertina, en la que nos acompañaron muchos de los padres y compañeros de los estudiantes desaparecidos.

Estos cuatro textos documentan con solidez los datos que propiciaron los hechos; analizan y denuncian sus orígenes, procesos y consecuencias. Para completar la publicación se reproduce un texto más, que también relata y denuncia, pero en forma de poema, lo que permite exponer más libremente los sentimientos de rabia, frustración y esperanza que se tienen ante tan doloso crimen.

En el primer texto, “Ayotzinapa y la cotidianidad violenta”, Javier Guerrero, con pluma aguda, inicia con una breve reseña histórica de la violencia, “un mal ya muy añejo en nuestro país”. En él documenta “las causas reales” que la han propiciado en la entidad suriana, causas que llevaron a Guerrero a niveles de atraso nunca erradicados y que hoy reviven en un escenario de “modernización arrolladora y salvaje”, de delincuencia y de voraces corporaciones transnacionales. También aborda a las normales rurales y los motivos por los que se les ha combatido, resaltando que el crimen de los estudiantes de Ayotzinapa marcó un despertar en el ámbito nacional e internacional, un hartazgo ante la pobreza, la corrupción, la delincuencia, la explotación, la discriminación, y los malos gobernantes, un crimen que “puso al desnudo el carácter antidemocrático y autoritario del Estado en este país”. Protestar por este crimen, termina, “es impugnar un sistema social que tiene como meta básica el lucro mercantil y no al ser humano”.

Juan Antonio Cruz Parcero, en su escrito “Reflexiones a partir de Ayotzinapa ¿y ahora qué?”, coincide en que el crimen de Iguala sacudió la conciencia colectiva en un hecho ya imposible de negar: la estrecha relación entre el crimen organizado con el Estado; pero este hecho también develó la podredumbre de un sistema que ha llegado “a niveles de intolerancia, a niveles de barbarie”, acrecentando la desconfianza en sus actores políticos, en sus legisladores y en sus instituciones. Por tanto ese Estado, con monopolio sobre el poder político, económico y la fuerza represiva, no es parte de la solución a futuro, y apuesta a que ésta deberá provenir de la sociedad misma, la única capaz de reconstruir el tejido social y de construir una democracia que aspire a servir y no a lucrar.

En el escrito conjunto de Silvia Teresa Díaz de la Cruz y Arturo Talavera González, “El basurero de Cocula, Guerrero: una reflexión” se aportan los elementos científicos de la antropología forense que desmienten la “verdad histórica” del Estado sobre lo que ocurrió en el basurero de Cocula, donde supuestamente fueron incinerados los 43 jóvenes normalistas, declaración que califican como “simplemente inadmisible e inverosímil”. Ya que no contaron con la información primaria necesaria para emitir una evaluación crítica más objetiva, se concretan a analizar la información difundida por los medios de comunicación, y demuestran que cada uno de los elementos divulgados se contradice con lo que debió ocurrir en el entorno inmediato y con los restos óseos presentados, máxime que la recolección de esta evidencia y su embalaje “fue completamente inadecuada, por no decir irresponsable y negligente”. Su contribución como académicos de las ciencias forenses se une a las voces indignadas que defienden a aquellos que ya no la tienen.

Carlos San Juan Victoria, en “¿Cómo es que surgió la gran ola de Ayotzinapa?” refiere que el ambiente jubiloso por las “reformas estructurales” del Estado se vino abajo por el tsunami de manifestaciones de repudio, incredulidad y hartazgo de muy grandes y diversos sectores de la sociedad contra una élite política ausente y desinteresada de sus problemas y necesidades, aunado a múltiples y latentes casos de justicia no resueltos en todo el territorio nacional. Encuentra y analiza los escenarios que propiciaron que un “acontecimiento” local llegara a tener resonancia regional, nacional y global; distingue víctimas de victimarios; detalla las redes enlazadas de individuos, colectivos, organizaciones gremiales y de derechos humanos, en la que los padres de los jóvenes estudiantes han jugado un papel trascendental al cuestionar, uno a uno, los actos y respuestas de las autoridades, padres que se han convertido en el eje motivador y orientador de las luchas de irritación ciudadana y que, hasta la fecha, no se dejan vencer ante la adversidad. Este “cortocircuito de gran alcance” impactó la vida pública y política con tal fuerza que,  hasta la fecha, mantiene la herida abierta.

 

El poema de Lorenzo Esteban habla por sí solo. Este maestro guerrerense ha sufrido en carne propia los golpes de la violencia y la injusticia…y sin embargo escribe poemas. De ese tamaño es su calidad humana. Gracias a su generosidad reproducimos “La noche que enlutó las sendas”, originalmente publicado en 2014 al final de su libro “Manantial de Cocuyos”. Aunque éste difiere del resto de sus poemas en los que retrata con la palabra, al decir de su prologuista, “momentos de luz” a la manera de los pintores impresionistas, Lorenzo no quiso dejar pasar entonces la oportunidad de que se escuchara su palabra, sus sentimientos y su rabia ante el brutal crimen de los estudiantes de Ayotzinapa. Aquí le damos cabida y una nueva oportunidad de difusión.

Todos los textos, más los comentarios expresados durante la sesión del Seminario confirman lo que ya se sospechaba: que la versión oficial de la PGR era insostenible; que tras este crimen, y muchos otros, estuvieron involucradas las autoridades de los tres niveles de gobierno coludidos con el crimen organizado, y que el único propósito de las declaraciones que emitieron fue la de no perder el control económico y político. Las denuncias emprendidas desde entonces no se restringieron a los 43 estudiantes desaparecidos, sino a desenmascarar lo que desde hace muchos años está sucediendo en nuestro país, en gran parte porque lo hemos permitido con nuestra desinformación, nuestra falta de solidaridad y nuestra apatía. El tsunami no ha terminado y, voluntaria o involuntariamente, somos parte de él.